sábado, 6 de agosto de 2011

De los pícaros del siglo de oro y sus malas artes (Segunda parte)



Los ociosos Baldíos

Reciben este nombre los que, estando sanos, se hacen los enfermos, para así vivir sin trabajar de la limosna y la piedad. Con habilidad se fabrican falsas úlceras, pintándolas con ceniza de plumas y sangre de animal; o se fingen leprosos fabricándose llagas purulentas a base de sangre de buey, miga de pan, cola y escamas de besugo. Su ingenio llega a extremos realmente sorprendentes, que alguno hay que finge tener toda la pierna podrida, cosa que se hace embutiéndola en un bazo de buey y rellenando el conjunto con trapos hasta que parece que la pierna tiene el doble de tamaño del normal. Esos trapos están empapados con una mezcla de sangre y leche, con lo que toda la pierna parece supurar (a través de varios cortes hechos en el bazo de buey, cual si fueran llagas abiertas) de tal modo que parece estar en carne viva. Una variante de este truco también gustan de practicarlo mucho las pícaras, que el diablo del pecado no distingue entre el hombre y la mujer. Mujerucas hay, decimos, que se colocan debajo del seno una esponja empapada en la asquerosa mezcla de sangre y leche que antes se ha descrito, y completando el conjunto con varias pieles de sapo húmedas, tal parece que la mujer tenga un tumor en el pecho de una podredumbre tal que no puede menos que llevar a la piedad a quien lo ve. Los menos hacendosos se limitan a robar un brazo de un ahorcado, cuando más podrido mejor, y disimulando el suyo sano, exhiben esa inmundicia a la puerta de las iglesias, pidiendo limosna por caridad, pues como pueden ver se les ha podrido y secado el brazo, que ha quedado como muerto…
Otros hay, más valientes, o quizá temerosos de que cualquiera de estas tretas o empastos se les seque revelando debajo la piel sana, que se irritan la piel con zumo de plantas venenosas, como vid alba, yerba arón o la simple ortiga. Una vez enrojecida e hinchada la piel, la rascan con las uñas hasta hacerla sangrar, formando una llaga de aspecto aparatoso que tal parece que el infortunado tenga el mal de San Antón. Tampoco faltan los que con alumbre de roca hacen que se les caiga el pelo, quedando la piel ulcerada e irritada como si hubiera sido quemada por el fuego: de tal guisa piden limosna, diciendo que se les ha quemado la casa y nada les queda, ni un techo para cobijarse ni un mendrugo de pan que comer.
No tan ingeniosos, pero no por ello menos pícaros, son los que se fingen ciegos cuando ven perfectamente, o cojos cuando tienen las piernas sanas, o mudos cuando pueden hablar a la perfección. En este apartado están también los que simulan temblores por todo el cuerpo, como espasmos, o los que simulan una simpleza de la que carecen. A veces les sale bien, a veces no tanto, que como bien dice el docto escribano:
“… hemos visto mudos que al son del palo recobraron el habla; cojos, que con ungüento de bosque han aprendido a correr más que las liebres; sordos, que con zumo de encina y roble han oído admirablemente; y ciegos que con la misma medicina han visto las estrellas en el medio día…”
Anónimo: El azote de tunos, holgazanes y vagabundos

2 comentarios:

  1. Ya en esos tiempos había quien era capaz de cosas inverosímiles para muchos con tal de no pegar ni golpe para sacar unas perras... eso de ulderarse con alumbre de roca o usar extremidades de ahorcados...
    Los de convertir agua en vino de la primera parte, al menos no eran tan escabrosos... pero sin duda como siempre me dice maese Aceytuno... "a pesar de lo que leas, recuerda a muy a menudo la realidad supera la ficción"... y supongo que en el tema que acabas de tocar no es una excepción.
    Un saludo maese Ricard,

    Albert Tarrés

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  2. No se por el norte... pero aquí en madrid tambien tenemos a esos pícaros con un papel para que firmes y sueltes prenda hacindose pasar por sordomudos cuando hablan y ollen perfectamente. Pero no les basta con quedarse ahí... sino que además te roban la cartera... Si esque en 400 años no hemos cambiado nada

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