martes, 11 de diciembre de 2012

(Breve) Historia de la Prostitución: 1. Los orígenes de la prostitución




Dicen que es el oficio más antiguo del mundo… Y posiblemente lo sea, si es que nuestras antepasadas se comportaban como nuestros primos los primates. Se ha observado que las hembras de los bonobos acceden con mayor frecuencia a tener relaciones sexuales con los machos que les traen comida. Ya saben, “por el interés te quiero, Andrés” y todo eso… Y como hablamos de interés, vamos a definir prostitución como intercambio de sexo por favores, bienes, y/o dinero. Y esto, que nos parece una verdad de Perogrullo, en el pasado no lo fue tanto, ni se entendió así.

Con la revolución neolítica se asoció la fertilidad de los campos a la de la mujer, por aquello de que daban fruto y todo eso. Así que se organizaban rituales de fertilidad bastante más divertidos que las ceremoniosas misas actuales (y es que así, daba gusto ser creyente, oiga). El acto sexual, a menudo realizado en el templo en honor de la diosa-madre correspondiente, (Tania, Isthar, Asrarté, Afrodita, Anaítis, póngase el nombre que corresponda, que para lo que nos importa es lo mismo) proporcionaba a la vez fertilidad a las mujeres y a la tierra, es decir, que otorgaba prosperidad a la ciudad. En Babilonia, la ciudad griega de Corinto y la tierra de Canaán esas prácticas derivaron en la llamada “prostitución sagrada”. Las siervas del templo (mal llamadas prostitutas, ya hablaremos de eso) se entregaban a los sacerdotes (que tontos no eran) y, por dinero (donativos para el templo, decían) a quien las requiriera. No por lujuria, sino por religiosidad (ejem)

Una variante de ese ritual se daba en las ciudades de Fenicia: En las ceremonias en honor de las divinidades de la fertilidad (Anat y su consorte Aleyin, Inanna y Tammuz,  Afrodita y Adonis, los nombres varían en cada ciudad pero el ritual no) las mujeres tenían que golpearse el cuerpo y cortarse la cabellera, para ofrecérsela luego en sacrificio a los dioses. Las que querían conservar su cabellera… Pues tenían que “sacrificarse” de otra manera. Salían entonces del templo y se dirigían a un mercado especial, donde se entregaban a los extranjeros, a los que no eran de la ciudad. Su recaudación se entregaba como ofrenda al templo. Este rito marca un punto de inflexión: El comercio sexual reglamentado, a cambio de dinero, (y tal y como lo conocemos hoy en día) abandona así los templos, y se convierte simplemente en un negocio.

… Lo que va muy bien a las sociedades que consideran ofensivo practicar sexo bajo el techo del templo, aunque sea para honrar a los dioses. Tal es el caso de los pacatos Hebreos, redactores de la Biblia y vecinos de las gentes de Canaán…  “Abominaciones cananitas” llama a tales prácticas el libro del Deuteronomio. Pero claro, si el comercio carnal no se hace en el templo, en algún sitio se tendrá que hacer… La misma Biblia, en el Génesis, describe cómo se practicaba la prostitución en la antigua sociedad judía: La prostituta se coloca al lado de la carretera, fuera de la ciudad, y se ofrece a los viajeros. Se cubre la cara, lo que la marca como prostituta, para diferenciarla de las mujeres honestas, que van con el rostro descubierto (y posiblemente para garantizarle un poco de anonimato). Es curioso cómo dan la vuelta la tortilla del destino, que ahora hay sociedades en los que la mujer, para ser honesta, ha de ir con el rostro y el cuerpo cubiertos… Bueno, dejémoslo, que pierdo el hilo.

Los egipcios tampoco practicaban la prostitución sagrada al uso, aunque en la época pre-dinástica (entre el -4.500 y el -3000, para entendernos) se realizaban rituales orgiásticos en honor a la Diosa-Madre, en el que las sacerdotisas se estimulaban el “fervor religioso” con objetos rituales que, casualmente, tenían formas fálicas. Además de ejercer como consolador ceremonial, estos objetos se colgaban del cuello a modo de talismanes… Discretas, ellas.
De estos rituales derivaron las llamadas “palácidas” mujeres muy hermosas, reclutadas entre la elite de la aristocracia egipcia, que entregaban su cuerpo como parte del ritual de la siembra, para aumentar la “fuerza” inseminadota del río Nilo.
Las prostitutas egipcias al uso (las que cobraban por sus servicios) solían ser bailarinas (o decían serlo, aunque sus bailes fueran de otra manera). Las que eran felatrices (es decir, las que practicaban el sexo oral) se pintaban los labios con tintes vivos y llamativos, para ofrecer el producto (ya he dicho que, ante todo, discretos….) Por cierto, esta costumbre no era exclusiva de las prostitutas-bailarinas (Kat Tahut, se las llamaba, nombre muy gráfico si tenemos en cuenta que “kat” quiere decir vulva). Muchas mujeres de toda condición se pintaban los labios así para indicar que les iba la marcha. La felatriz más famosa de todos los tiempos fue Cleopatra, que dicen que llegó a  chupársela a un millar de hombres uno detrás de otro… Posiblemente falacias, y disculpen el juego de palabras con falo.

Próxima entrega:
La famosa prostitución sagrada  de Babilonia.




6 comentarios:

  1. Interesante, como siempre. Aprovecho para comunicarte que has ganado un Premio Liebster. Más información aquí:

    http://landromina.blogspot.com.es/2013/01/landromina-premio-liebster.html

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  2. Siempre está bien saber estas cosas...por cierto, le acabo de echar un piropo a tu juego, espero que te guste.


    http://muertograma.blogspot.com.es/

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  3. Muy buena la entrada, hace tiempo que encontré (por suerte) este blog y he de darte mi más sincera enhorabuena, me encanta.
    ¡Mucho ánimo!

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  4. Hola, cuando dices en el segundo párrafo Tania, ¿ te refieres a la Tanit cartaginesa?

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