sábado, 27 de abril de 2013

(Breve) Historia de la Prostitución 4: Los siempre prácticos (y copuladores) romanos:




En Roma, la prostitución pierde definitivamente lo que le quedaba de sagrado (lo más parecido a las servidoras sagradas de los templos de Babilonia son, en Roma, las Vestales, que no eran demasiado lúbricas que digamos).
Y es que los romanos son un pueblo práctico, poco amigo de mezclar churras con merinas: Poco imaginativos y casi nada místicos, prefirieron imitar y/o adaptar amplios aspectos de la cultura griega a desarrollar los propios. Estaban muy ocupados conquistando el mundo para andarse con zarandajas. Eso sí, dotaron a los pueblos sometidos de un excelente corpus de leyes (que, por cierto, son la base de nuestro sistema jurídico actual). Supongo que conquistar se puede hacer en plan bestiajo, pero mantener lo conquistado y administrarlo... Pues eso es cosa de burócratas y legalistas. Y de esas dos cosas, los romanos lo eran más que nadie.
Y con esa manía de reglamentarlo todo, la prostitución no iba a ser pasada por alto, que a los romanos les gustaba la cama más que comer con los dedos.
A los romanos debemos, entre otras cosas el nombre de la que ejerce el oficio más antiguo: La puta. Originalmente, la palabreja significaba solamente poda (de árboles), y nombraba también a una diosa menor de la Naturaleza, consagrada precisamente a esa actividad. Eso que se hace por primavera, vamos. Aprovechando la circunstancia, las mujeres que querían quedarse embarazadas eran azotadas con las ramas recién cortadas. Para debilitarlas, ya que si no quedaban embarazadas sin duda era porque su naturaleza era más fuerte que la del varón...
Ejem...
Sin comentarios...
Con azotes o sin ellos (y sin entrar en si eran azotes rituales o palizas) la cosa es que aprovechaban la fiesta de la puta para montar unas divertidas fiestecillas de fertilidad. bacanales, vamos, en las que participaban alegremente las muchachas llamadas puttas. Y de ahí nos viene la palabreja, hoy en día soez pero de un pasado más que respetable.

Tipos de prostitutas, pues había muchos. Al igual que en Grecia, había esclavas que trabajaban para su amo, y mujeres libres que, por necesidad o porque les fuera la marcha, elegían ese oficio. Y como en Grecia, tenían muchos nombres, según su precio y dónde "ejercían".
Las más baratas eran las Cuadratarias, mujeres que se entregaban a los hombres por un cuadrante, una moneda de escaso valor. Para entendernos, era más barato tener sexo con ellas que tomarse un vaso de vino en un puesto callejero.
Las Copae eran las camareras de las Cauponas (más o menos como nuestros bares, ya hablé de ellos en el artículo sobre gastronomía romana).  Al parecer era una regla no escrita que si el cliente se encaprichaba de la que le servía el vino... Pues sólo era cuestión de negociar el precio que le iba a costar el revolcón con el encargado del establecimiento.  Toda caupona que se apreciara tenía unas pequeñas habitaciones reservadas para tal fin.
Luego estaban las Forariae, el equivalente a nuestras putas de carretera. Se ofrecían a los viajeros en los caminos rurales próximos a Roma.
Las Ambulatorae eran las putas callejeras, más conocidas como Nonariae, ya que no podían salir a ejercer su oficio antes de la hora novena (nuestras 15 h., para entendernos... La hora de la cena de las personas de bien, por cierto )
Mención aparte merecen las Bustuariae, que eran prostitutas que se ofrecían ¡en entierros y en cementerios! Una curiosa manera de dar consuelo a los apenados deudos del difunto...
Las más caras eran las Delicatae, prostitutas de lujo, bien educadas, las "scorts" de hoy en día. Los más poderosos eran los únicos que podían permitirse el pago por sus servicios, y muchas veces las contrataban más o menos en exclusiva, instalándolas en alguna residencia como mantenidas fijas. Decían ser Famosae, es decir, de buena familia, y que se dedicaban a esto del sexo por puro placer. Bueno, alguna había que sí iba de tal palo, pero la mayoría... En fin, qué les voy a contar...  
También había gigolós, por cierto: Spadonii (llamados así por el tamaño de su "espada" o miembro)
Aunque estaban bastante aceptadas socialmente, las prostitutas romanas tenían que llevar elementos que las diferenciaran de las mujeres decentes: Túnicas de color naranja azafrán o marrón rojizo (tonos que ninguna casta matrona llevaría) y pelucas amarillas (que uno barrunta si no será ese el origen de la tan extendida creencia que las rubias son más lascivas que las morenas). Nada de medias de rejilla ni enseñar el sostén de lencería, entre otras cosas porque la ropa interior aún no se había inventado: Si se tenía frío, hombres y mujeres se vendaban las piernas, que debajo de la túnica siempre se ha colado el fresco. ¿Y no había sujetador? Me dirán los curiosos. Hombres, pues no... y sí. No tenían sostén de copas como hoy lo conocemos, pero se arreglaban las tetas y disimulaban de paso los michelines con una faja de tejido fino que llamaban "fascia pectoralis" (y que era conocida por su nombre coloquial "mamillare", es decir, sujeta mamas). Más sofisticado era el strophium, un ceñidor de cuero suave con el que realzaban el busto caído...  Que el wonderbra ese puede que sea invento más o menos reciente, no digo que no, pero los antiguos no se chupaban el dedo. Y las antiguas, menos.  Por cierto, lencería fina no tenían, pero apuntaban maneras:  Las ricas y famosas usaban una redecilla de oro para sujetarse los pechos en las grandes ocasiones, y como la idea no era de esconder sino de enseñar, se pintaban los pezones y las aureolas con colores dorados, plateados o, a veces, hasta rojizos..    

Volviendo al tema, si uno quería irse de putas de verdad en Roma... pues se iba al prostíbulo.
En una sociedad en la que muy pocos sabían leer, uno sabía que estaba ante un antro de perversión, burdel o, como los romanos lo llamaban Lupanae (de donde viene nuestro "lupanar"). Pues eso, que uno reconocía el local en cuestión... por la representación del dios Príapo que estaba, esculpida o pintada, junto a la puerta. Un dios con unos atributos sexuales muy desarrollados y siempre en erección. Que ya dije que los romanos, de imaginativos, poco. Y de discretos... pues menos.  
Una vez en el local se negociaba con la encargada el precio del servicio. Ésta le entregaba una ficha de metal llamada "Spintria". En todo se asemejaba a una moneda, salvo que en lugar de la cara del César tenían esculpidas posturitas sexuales. Con esa moneda se pagaba a la prostituta, y así no se mancillaba la imagen del emperador.
Las posturas sexuales estaban pintadas en las paredes, a veces alguna ante la puerta de la habitación de la chica mostrando su "especialidad". Por su parte, las prostitutas disponibles se mostraban ante el cliente, que sólo tenía que señalar y decir: "Quiero que esa me haga eso". Y la muchacha, bien enseñada, se lo llevaba a su habitación.
Bueno, lo de "habitación"... En Pompeya se conserva admirablemente un burdel casi intacto (frescos lascivos incluidos) y el que esto suscribe encontró las celdas bastante deprimentes. Esas estancias recibían el nombre de Fornices" (y de ahí viene "fornicar") y eran cubículos sin ventilación. El lecho era de mortero, sobre el que se colocaba un colchón de paja o plumón (sí, ya lo sé, muy cómodo no sería, pero tampoco es que fueran a irse a dormir...). No había espacio para mucho más: Quizá una palangana para lavarse y un pequeño candil.

Y no, en Roma no estaba nada mal visto, esto de irse de putas... Lo que de verdad estaba mal visto, por mucho que nos asombre, era el adulterio (femenino, se entiende). Adulterio entre personas libres, claro, que "usar" para consolarse a un esclavo o esclava, pues como que no contaba... Los maridos celosos, como mucho, le ponían una argolla de las gordas en la punta del pene a los esclavos que la mujer se mirara demasiado, más que nada para evitar la tentación...

Próxima entrega: Prostitución en la Edad Media

1 comentario:

  1. En una ocasión leí que había una categoría, no recuerdo el nombre, que se especializaba en trabajar en panaderías. Lo suyo era amenizar la espera del cliente mientras se molía el grano o se preparaba el pan. Desde luego, muchas lecciones de nosotros no iban a aprender los romanos, en según qué temas.

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