sábado, 2 de noviembre de 2013

Supersticiosas tradiciones o la tradición de las supersticiones. (Primera parte)



Las hacemos desde niños, sin pensar y sin saber por qué. Al fin y al cabo, se ha hecho siempre, y se trata de una costumbre tonta, un dicho, una creencia... Vamos, simples e inofensivas  supersticiones.

Pero hasta las supersticiones tienen sus orígenes, sus cómos y sus por qué. O al menos, eso repiten hasta desgañitarse antropólogos, historiadores y folcloristas.

Demos un repaso a sus conclusiones... Puede que nos llevemos un par de sorpresas:




Llamar a la buena (o mala) suerte

Cruzar los dedos para invocar a la suerte.
Cruzando los dedos se hace la señal de la cruz, es decir, se pide la protección de los dioses (bueno, nosotros solo uno, en singular pero con mayúscula). Y con los dioses (o Dios) de nuestro lado, nada nos puede ir mal. Del mismo modo, el acto de hacer los cuernos con los dedos índice y meñique era, en la antigüedad, un gesto con el que se lanzaba una maldición (es decir, mala suerte) ya que los cuernos son, seguro que lo han adivinado, invocar al Diablo...

Un zurdo trae mala suerte.
Hoy en día es creencia que va perdiendo fuerza, que la tuvo, y mucha, en otras épocas (recordemos las connotaciones que trae la palabra "siniestro", que originalmente quería decir simplemente zurdo, es decir, que no usaba la diestra).
El origen de esta creencia está relacionada con la costumbre de estrecharse la mano, gesto que originalmente empleaban los romanos y antes de ellos muchos otros pueblos en la Edad de Bronce. De hecho, no se cogían de la mano sino de la muñeca. Así agarrados el uno al otro, no podían sacar sus armas (que esgrimían con la diestra, recordémoslo) y podían conversar con confianza... A no ser que el otro fuera zurdo y se manejara con la siniestra, en cuyo caso te podías llevar una puñalada cuando menos te lo esperaras...
Ahora, repito, ya no es lo que era, pero el que suscribe peina sus canas y aún se acuerda de los pellizcos que metían las monjas a las niñas (y las collejas de los curas a los niños) para corregirles el escribir con la "otra" mano.

Llevar ropa de muerto.
(U otros objetos personales). Pues miren, según los antropólogos es el equivalente actual de comerse el cadáver en un acto de canibalismo ritual,  y puede dar buena o mala suerte. Me explico: Del mismo modo que los primitivos se comían el cadáver de un jefe, chamán o guerrero famoso, los apasionados coleccionistas de las prendas resudadas de cantantes o actores (o actrices) muertos o vivos, que tan altos precios alcanzan en Ebay y similares buscan acercarse de tal manera a sus ídolos, arroparse con un poco de su gloriosa fama y recibir, de algún modo, sus bendiciones. Esto es más evidente cuando nos ponemos el reloj de nuestro padre muerto, o las joyas que pertenecieron a la madre o a la abuela. Pero claro, si nos ponemos cosas de un  difunto desconocido o al que no le cayéramos bien... Pues en lugar de bendición, podemos recibir su maldición. es decir, mala suerte.

No abrir un paraguas bajo techo
... Que da mala suerte... (Aunque los que esto pontifican bien que los dejan secarse abiertos en el baño o en la terraza, aunque sea de las cerradas con carpintería de aluminio). El paraguas es primo hermano de la sombrilla (por algo en inglés se llama "umbrella", siendo "umbra" sombra...). Protege del sol, siempre tenido como sagrado y fuente de la vida, así que abrirlo bajo techo se puede entender como sacrilegio o burla. Y eso a los dioses no les hace gracia. Otra explicación es que se asocie el paraguas a los oficios religiosos, sobre todo en zonas y épocas (por ejemplo, la Galicia rural del siglo XIX) donde el uso del mismo no era tan común y por lo general  lo usaba el sacerdote para resguardarse de la lluvia durante los oficios religiosos en el camposanto.  

Romper el espejo, siete años de mala suerte.
Una creencia muy extendida, aunque nadie sabe por qué...
Se supone que lo que refleja el espejo no es otra cosa que el alma (por eso los vampiros no se reflejan en él, al estar muertos, carecen de alma y por lo tanto de reflejo). Dañar un espejo equivale, pues, a dañar el alma, con lo que atraemos la maldición de los dioses hasta que ésta se renueva tras un número sagrado de años (siete en nuestra cultura)

Derramar sal trae mala suerte.
... Pues la sal era el elemento que diferenciaba el agua normal del agua bendita (y no por nada, los sacerdotes le echaban un puñado de sal al agua para que no se pudriese y oliera mal en la pila de bautismo). Sus feligreses se quedaron con la copla que lo que sacralizaba el agua era la sal, y por lo tanto, ésta era (es) sagrada. Como todo el mundo sabe, se puede conjurar la mala suerte echándose un poquito de sal sobre el hombro izquierdo, ya que sobre el hombro izquierdo nos observa el Diablo (y sí, sobre el derecho nos observa Dios). Al echarle sal literalmente a la cara a nuestro amigo cornudo le cegamos, y por lo tanto no ve nuestro sacrilegio. Y del castigo nos libramos...

Da mala suerte jactarse de lo bien que nos van las cosas
Pues esta superstición se remonta nada menos que a tiempos de la antigua Grecia, en la que se creía que los dioses eran celosos y estaban envidiosos de los humanos, y si a algún mortal le iban demasiado bien las cosas le recordaban cual era su condición con media docenita de desgracias variadas.

Cruzarse con un gato negro da mala suerte.
O al menos, así sucede en Italia, España, Chequia, Rumanía... En cambio, en Inglaterra y en Escocia es lo contrario, cruzarse con ellos es señal de buena suerte. En la Edad Media la iglesia católica estaba firmemente convencida que las brujas podían convertirse en gatos, y en concreto en gatos negros, o que por lo menos podían ver a través de sus ojos (que tanto da que da lo mismo, si los lograban cazar los quemaban en la misma hoguera)

La buena suerte  de la pata de conejo.
Aunque no lo parezca, está relacionada con la anterior.
Es tradición anglosajona (en concreto, galesa). En el Gales de la Edad Media se creía que las brujas se convertían en liebre (no en conejo) para mamar por la noche de los pechos de las mujeres. Matar uno de estos seres y llevar su pata (es decir, la pata de una bruja) tenía sin duda que ser un poderoso amuleto. Y claro, como la pata de conejo y la de la liebre se parecen tanto, de una cosa se pasó a la otra...

Martes y 13
Ya se sabe, ni te cases ni te embarques. Los anglosajones tienen una tradición muy parecida, pero el viernes en lugar del martes.
En el día de la mala suerte se mezclan dos tradiciones, una cristiana y otra pagana. El 13 da mala suerte porque trece fueron los que participaron en la Última Cena (y 24 h. más tarde uno había sido ejecutado y el delator se había ahorcado, que no es poco). Por otro lado, el peor día de la semana era el dedicado a Marte según los romanos (martes) o el dedicado a Freyja, (Friday, viernes) diosa nórdica también de la guerra, como Marte, en los países anglosajones, herederos de la tradición celta.
¿Pero porqué el tabú de ni casarse ni embarcarse? Hasta el siglo XX, eran dos de las mayores y más importantes empresas que podía llevar a cabo un hombre. Uno no solía hacer un viaje en barco para recorrer una distancia corta, y pocos eran los que sabían nadar. Embarcarse era estar días, a veces semanas, rodeado de agua, con la única protección de las maderas del barco. Por lo que respecta al matrimonio, lo de unirse por amor es algo de fecha relativamente reciente. Casarse era muy parecido a fundar un negocio. Los conyugues se elegían por lo que podían aportar al matrimonio, desde una buena dote hasta la posibilidad de una herencia, pasando por caderas anchas para parir buenos hijos (en el caso de ella) o buena salud y fuerza física para trabajar mucho y bien en el caso de él.  

Pasar por debajo de una escalera da mala suerte.
Durante años el método favorito de los gobernantes para ejecutar a sus súbditos díscolos fue ahorcarlos. En las revueltas medievales era costumbre dejarlos colgados de un árbol, a veces varios del mismo, como si fueran macabros frutos. Las encrucijadas de caminos eran lugares ideales para dejar la "advertencia". Y digo dejar con mucha intención. El cuerpo podía tirarse semanas hasta que autorizaban a poner una escalera y descolgarlo. Ni que decir tiene que pasar junto al ahorcado no era plato del gusto de nadie, y más siendo, teóricamente, una persona "malvada" (pues había sido ejecutada por la ley, que ya se sabe que siempre son los buenos). Así que se empezó a decir que si uno pasaba por debajo de la escalera cuando estaban descolgando el cadáver, el espíritu podía poseer al gracioso paseante... Y de ahí a que da mala suerte pasar por debajo de cualquier escalera... Pues eso, que apenas hay un par de pasos.  

El amarillo da mala suerte
Bueno, es superstición que tienen los actores, y por un motivo muy fundamentado: De color amarillo era la ropa que el 17 de febrero de 1673 llevaba Moliere cuando, en plena representación de su obra "El enfermo imaginario" sufrió un ataque del que murió horas más tarde.

Pisar mierda trae suerte...
El origen de esta superstición también está relacionado con el teatro. Si la calzada delante del teatro estaba sucia de bosta significaba que habían ido a ver la representación los ricos (es decir, las entradas más caras), que acudían en coches de caballos (y que hacen sus necesidades cuando les apetece). La frase "Mucha mierda" sigue siendo hoy la manera tradicional de desear suerte en el mundo de la farándula.

Tocar madera para alejar la mala suerte
Es tradición de origen celta. Para este pueblo, los árboles eran una de las representaciones de los dioses en la Tierra. A través de la madera del árbol un enfermo podía curarse, abrazándose a él para enviar su dolencia a la tierra. Los druidas celebraban sus rituales en los bosques sagrados, rodeados de árboles centenarios, para pedirles a los dioses bendiciones para su pueblo y suerte en la guerra. La costumbre se cristianizó (de aquella manera) ya que de madera, al fin y al cabo, estaba hecha la cruz...

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