lunes, 22 de diciembre de 2014

El Grinch, ladrón de la Navidad.



            Miren, lo confieso: soy fan del Grinch. Ya lo he dicho más de una vez. Así que qué mejor que estas "entrañables fechas" para hacer memoria del personaje y de su autor.

            Cuando hablamos del Grinch a casi todos les viene a la cabeza la película del año 2.000 interpretada por Jim Carrey y dirigida por Ron Howard. No es una mala versión (aunque para mi gusto el Grinch de Carrey es un pelin demasiado histriónico... pero bueno ¿algún personaje de este actor no lo es?)

            Pocos saben que el Grinch, originalmente, era un poema... O un cuento en verso, como prefieran. Vio la luz en 1957, en un libro infantil llamado "Cómo el Grinch robó la Navidad" Su autor era Theodor Geisel, que firmaba sus obras como "Dr. Seuss". Este autor de cuentos infantiles tenía un estilo muy especial. En aquellos tiempos en que a los niños no se les tenía por gilipollas (con perdón) gustaba de usar simbolismos e imágenes surrealistas. Sus cuentos encerraban moralejas cómo el deterioro del medio ambiente, la búsqueda de la identidad personal o, en el caso del Grinch, el verdadero espíritu de la Navidad, que no consiste en comilonas y regalos (eso es lo que roba el Grinch) sino en el espíritu de amor y paz entre semejantes celebrando así el Nacimiento de Cristo....
           
            Pero mejor les dejo el cuento, con la excelente traducción de Yanitzia Canetti, y decidan por sí mismos... Considérenlo mi regalo de Navidad:

Hace tiempo (y no es un chiste)
vivió un ser de mirada triste.
Villa Quién fue el lugar
donde el Grinch escogió morar.

Los felices “quienes” ahí vivían
y el Grinch con ellos reñía.
No se reía, siempre enojado,
le gustaba estar amargado.

La Navidad, sin explicación
odiaba de corazón.

Un diciembre muy helado
se sintió el más malvado
y a la bella Nochebuena
quiso quitarle lo buena.

Esa linda noche mágica
decidió volverla trágica.
“Nadie la disfrutará
y el pueblo entero llorará
cuando vea mi travesura
que nadie espera sea tan dura.

Ash, cómo odio pensar
que mucho amor se van a dar
y todos juntos de las manos
se querrán como hermanos.

Mira, Santa barrigón,
me caes mal por cachetón
y estropear quiero tu plan
(ni creas que soy tu “fan”):
que nadie quiera a tus duendes
para ver si así aprendesa
no ser tan buena gente
y querer tanto a la gente”.

En eso al Grinch se le ocurrió
una muy mala idea y sonrió.
“La Navidad debo evitar,
que no se pongan a cantar,
que los niños no hagan ruido
y que caigan en olvido;
que no sean felices
y se llenen de lombrices.


Ja, los quienes quieren fiestas
y yo seré su aguafiestas”.
De Santa Claus se disfrazó
y a su perro convirtió
en un reno narizón.

Con gran prisa entró a un hogar
y su plan puso a actuar.
Con el rostro deformado
y el corazón más malvado
los dulces y los regalitos,
la comida, el arbolito
todo junto lo robó
y en su bolsa lo escondió:
bicicletas y paletas,
muñecas y patinetas,
el suave vino y el pavo...
lo robó y dijo “Bravo”.

En eso lo sorprendió
una niñita que vio
lo que hacía el malvado ladrón
y con ternura dijo al bribón:
“Santa, no te lleves todo.
Quiero jugar y así no hay modo.
Por fa, querido Santita,
te prometo ser buenita,
pero no tomes mi bota
ni mucho menos mi pelota”.
El Grinch inventó una razón
y la niña de buen corazón
le creyó a quien vio disfrazado
de Santa, el viejito adorado.

“Mira chiquita”, el malo mintió,
“de tu árbol la luz se fundió.
Me lo llevo a arreglarlo
y vendré a regresarlo”.

La niña contenta quedó
y el muy cruel a otra casa partió.
De esa también se robó
lo que en ella bonito encontró:
en toda la villa de “quienes”
hurtó los regalos y bienes
que a todos harían felices
y al faltarles, infelices.

Luego corrió a su casa sombría
a esperar que llegara el día.
“Navidad hoy por fin no tendrán
y reiré de cómo llorarán”.

Pero en eso un sonido oyó
que de veras su mente turbó.
Eran risas y cantos de gozo...
¡celebraban con gran alborozo!

El Grinch entendía muy poco
o todos estaban muy locos
o sin comer y sin regalar
podían igual festejar.
Así, Navidad no estaba en las tiendas
ni en las manos de Santa las riendas
de hacer que la gente del mundo
se diera cariño profundo.

El Grinch así lo entendió
y ser bueno por fin decidió;
regresó los juguetes con prisa
y en mil caras brotó una sonrisa.
Lo mejor es que con esa lección
al Grinch se le curó el corazón
y se puso a reír y a bailar
y aprendió desde entonces a amar.


Pues eso... Felices Fiestas... Pero no sean consumistas. No piensen que la Navidad son los regalos o las comilonas... Porque eso, el Grinch se lo puede llevar...

          

2 comentarios:

  1. Muchas gracias Ricard y feliz navidad para ti (o felices fiestas de Saturnalia que diría Sheldom Cooper). Una propuesta para que te quede el post redondo; pon también la versión original en inglés. No es muy larga y algunos agradeceremos poner el poema como se lo trajo al mundo. Gracias de antemano...

    ResponderEliminar
  2. Un trocito de la mejor versión en animación del Grinch: http://youtu.be/ppWrbYC3WwQ

    ResponderEliminar