domingo, 31 de enero de 2016

Crónica macabra: 2. Enriqueta Martí, la vampira del Raval




            Barcelona, Febrero de 1912. No habían pasado aún tres años de la sangrienta "Setmana Tràgica" pero la ciudad vuelve a estar inquieta. Se multiplican los rumores sobre numerosas desapariciones que tienen lugar en la ciudad. Todas ellas de niños y niñas de corta edad. Todas de familias muy humildes. Todas sin dejar rastro. Se dice que hay un llamado “carruaje de la muerte”,  carruajes tapados donde se secuestra a niños que son sacrificados y a los que se les extrae el tuétano, los sesos y la sangre, con los que se fabrican ungüentos, pomadas, filtros, cataplasmas y pociones que alargan la vida de los ricos. La prensa escrita no se hace eco, y el mismo gobernador civil, don Portela Valladares, se ve en la obligación de dar un desmentido oficial:




"...completamente falso el rumor que se está extendiendo por Barcelona acerca de la desaparición durante los últimos meses de niños y niñas de corta edad que según las habladurías populacheras habrían sido secuestrados...".

            La última de esas desapariciones "completamente falsas" tiene lugar el 10 de febrero, al poco de publicarse el anterior comunicado. Se trata de una niña de cinco años llamada Teresa Guitart Congost. La indignación popular crece y el turbio escándalo no puedo taparse más, por lo que se da amplia publicidad a la foto de la niña desaparecida.
Siete días más tarde (17 de febrero) una vecina de la calle Ponent, Claudia Elías, ve una niña con el pelo rapado mirando por una de las ventanas del piso entresuelo del número 29 de su calle. La mujer que vive en ese piso, Enriqueta Martí, tiene fama de "rara" entre sus vecinos. Las sospechas de la señora Elias se acentúan cuando, al preguntarle a su vecina si la niña es suya, ésta se limita a cerrar la ventana sin darle explicaciones. Es cierto que Enriqueta vive con sus hijos, niño y niña... pero esta es nueva y desconocida. Claudia Elías le confiesa a un vecino que sospecha que la niña nueva puede ser Teresa, la secuestrada, y éste se lo hace saber a un agente municipal con quien tiene amistad.
            El 27 de febrero tres policías se personan en el domicilio de Enriqueta Martí, con la excusa de que investigan una acusación sobre cría de gallinas dentro del piso. En él se encuentran a dos niñas de unos cinco o seis años de edad, una que dice llamarse Angelita y otra que, tras vacilar, dice (sic) "Me llamo Teresa pero aquí  me llaman Felicidad"
            Interrogadas las niñas, la tal Felicidad resultó ser, efectivamente, Teresa. Enriqueta la había raptado en la calle con la promesa de darle caramelos, y cuando la niña trató de forcejear al alejarse de sus padres, le cubrió la cabeza con un trapo negro y la llevó a su casa a la fuerza, donde le rapó el pelo, le dijo que sus padres estaban muertos, que ahora ella era su madre y que a partir de entonces se iba a llamar "Felicidad" El relato de la otra niña, Angelita, tenía tintes macabros: Consideraba a Enriqueta Martí su madre, ya que no había conocido otra, pero le tenía un miedo atroz: Pues había sido testigo de cómo asesinaba al que ella creía que era su hermano, Pepito, poco antes de que trajera a la nueva, a "Felicidad" a la casa.  Angelita, por cierto, resultó no ser tampoco ser hija de Enriqueta Martí, sino de su cuñada, a la que había asistido en el parto y a la que había hecho creer que la niña le había nacido muerta.
            ¿Quién era la tal Enriqueta Martí?
            Había nacido en Sant Feliu de Llobregat, pero muy joven, casi niña, se trasladó a Barcelona a servir como niñera. Según ella "alentada por sus amos, que eran mucho más viciosos que yo" pronto empezó a ejercer la prostitución. Alternaba el lumpen con la bohemia, y aunque casó con un pintor mediocre llamado Joan Pujaló, nunca dejó la mala vida. La suya fue una relación desesperada de amor odio que se prolongó durante quince años, desde 1892 (cuando se casaron) hasta 1907. En este periodo de tiempo se juntaron y separaron no menos de seis veces. En 1912, sin embargo, hacía ya cinco años que vivían separados, sin ningún deseo (según palabras del mismo Joan) de volver a juntarse. Enriqueta Martí tenía antecedentes: En  1909 había sido detenida en un piso en la calle Minerva, en Barcelona, acusada de regentar un burdel donde se ofrecían los servicios sexuales de niños y niñas entre 3 y 14 años. Gracias a sus contactos en la alta sociedad Barcelonesa (es decir, gracias a varios de sus clientes) se echó tierra sobre el asunto y nunca fue a juicio. En el momento de su detención por el secuestro de Teresa Guitart vivía una doble vida: De día mendigaba en casas de caridad, conventos y parroquias, vestida con harapos y llevando a niños pequeños de la mano, de los que decía que eran sus hijos. De noche, vestida con ropas lujosas, sombreros y pelucas frecuentaba el Casino de la Arrabassada o el teatro del Liceu, donde contactaba con la clase acomodada barcelonesa ofreciendo sus servicios como proxeneta de criaturas o como curandera... Vendía ungüentos y pociones caseras que decía que curaban todo tipo de enfermedades, en especial la tisis (tuberculosis), muy temida en la época por la facilidad de su contagio, por ser mortal y por carecer de cura conocida.
            La prensa, por supuesto, se cebó en ella. Se dijo que encontraron en su piso huesos y otros restos humanos, así como botellas con sangre y grasa humanas, que ella utilizaba para confeccionar sus remedios. Como se descubrió que tenía por costumbre no pagar los alquileres, (cambiando de piso cuando el casero se ponía muy pesado) se registraron los pisos en los que había vivido los diez últimos años, en las calles Tallers, Picalqués y Jocs Florals, así como la casa familiar de Sant Feliu de Llobregat. Siempre según la prensa de la época, en todos los pisos aparecieron, tapiados o enterrados, más huesos, restos de ropa de niño, incluso cabelleras. Y en la casa familiar, libros antiguos, manuscritos, en los que se hablaba de remedios y pociones. Libros de brujería, sin duda alguna. Los periódicos dijeron de ella lindezas como que:

"Esos huesos hablan de crímenes bárbaros, y esos emplastos y esas curas, de supercherías medievales".

            Y no fue mucho más amable el jefe de policía de Barcelona, don José Millán Astray (padre del fundador de la Legión por cierto) al decir que la tal Enriqueta Martí era:

"una neurótica que se creía curandera, un caso de bruja antigua que hubiera sido quemada en Zocodover".
            (Se refiere a la plaza de Zocodever, en Toledo, donde en tiempos la Inquisición quemaba brujas)  

            Se habla también de una libreta que contiene una lista de nombres. Nombres de gente importante. Familias que le habían dado limosna, manda el alcalde de Barcelona don Joaquin Sostres que digan en el ABC. Clientes suyos acomodados, engañados por sus supercherías, que han muerto en su mayoría. Otros dicen que no, que son personas que están muy vivas, pues son sus clientes en su negocio de proxeneta... Una libreta que desapareció misteriosamente.
            Sea como fuere, Barcelona tenía su monstruo, como Londres tenía su Jack el Destripador, París su Jeanne Weber o Hamburgo su  Elizabeth Wiese, la asesina de recién nacidos.
            La "vampira del Raval" como se la llamaba ya, fue ingresada en la penitenciaría de mujeres "Reina Amalia" a la espera de juicio, que era esperado con expectación, debido a las posibles relaciones de la acusada con la alta sociedad catalana. Pero el juicio nunca se celebró: Un grupo de presas le dieron una brutal paliza, de la que ya no se recuperó, muriendo la madrugada del 12 de mayo de 1913.
            Recientemente, Elsa Plaza (Desmontando el caso de la Vampira del Raval, Icaria editorial 2014) ha roto una lanza sobre el personaje de Enriqueta, presentándola como una víctima de las circunstancias, una simple "cabeza de turco" a la que culpar de las desapariciones de niños de familias bajas de la ciudad  y que fue servida en bandeja de plata al morbo y horror de la opinión pública por la prensa sensacionalista de la época. Afirma, y aporta pruebas documentales, que los huesos encontrados en el piso de la calle Ponent eran de animales, cocidos y quemados para extraerles el tuétano.
            ¿Fue Enriqueta Martí un monstruo come niños sediento de sangre, como describió la prensa de la época? ¿Fue, en cambio, un chivo expiatorio que lanzaron a la opinión pública para ser destrozada, y al que asesinaron para que no fuera a juicio y se demostrara la falsedad de las acusaciones? Personalmente, me quedo con la opinión de los escritores Núñez de Prado y Jesús Callejo. Que fue prostituta primero y proxeneta de menores después, así como mendiga y supuesta sanadora y curandera. Pero nunca bebió sangre de ningún niño, ni se lo comió, posiblemente ni siquiera lo torturó. Quizá en una de las orgías pederásticas que organizaba uno de sus niños murió, y decidió utilizarlo como materia prima para sus remedios.
            La verdad, como en tantas cosas, sólo los muertos la saben.         

Próxima entrega: Manuel Blanco Romasanta, el último lobisome

2 comentarios:

  1. El próximo capítulo de "El ministerio del tiempo" va sobre ella

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  2. en pocas palabras si fue una mujer que abuso de niños pero no se sabe hasta que grado ya que tal vez no bebió la sangre o no los uso como materia prima para sus unguentos pero al ser proxeneta y sospechar que organizo orgías para sastifacción de sus clientes denota que si era una criminal.

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