sábado, 1 de julio de 2017

Hospital del Tórax (Terrassa, Barcelona)




A finales de la década de los 40 el Ministerio de Sanidad dictaminó construir en los alrededores de Barcelona un Hospital para tuberculosos y otros enfermos con problemas respiratorios, como fibrosis quística o cáncer de pulmón. No era capricho, pues el número de enfermos con afecciones respiratorias era preocupantemente alto en Cataluña, y el centro hacía mucha falta. Se decidió construir un edificio nuevo, moderno, ya habilitado para hospital, sin recurrir a la opción fácil de remodelar más mal que bien algún otro edificio (normalmente religioso, como un monasterio) que solía ser la solución más al uso. También se tuvo cuidado en la elección del lugar donde se construiría: una pineda a tres kilómetros de Terrasa, la población con menor índice de tuberculosis de toda Cataluña (bueno, y que el ayuntamiento del municipio regaló la finca de once hectáreas al Patronato Nacional Antituberculoso, por lo que por ahí se ahorraba dinero). El Hospital del Tórax de Terrasa se inauguró oficialmente el 8 de junio de 1952, con presencia del Generalisimo y rodaje para el NODO incluídos, que no todo tenían que ser inauguraciones de pantanos. Sobre el papel, perfecto el paraje y perfectas las nuevas instalaciones: Capacidad para 1.500 enfermos. Situado a 400 m. de altura, 300 días soleados al año, sin nieblas ni vientos del noroeste (gracias al macizo de Sant Llorenç), suelo seco y saneado rodeado de pinos, bien comunicado con Terrasa y, por ende, con Barcelona por una carretera más que razonable para la época.

Y sin embargo, veinte años después, en 1972, el cuento idílico de hadas se había convertido en un relato de terror. ¿Qué había sucedido?

Para empezar, el hospital ostentaba el macabro récord de índices de suicidio más altos que en ningún otro centro sanitario del país. Los pacientes, para evitar el contagio, permanecían totalmente aislados del mundo exterior (sólo podían comunicarse con sus familiares mediante unas cabinas telefónicas que no siempre funcionaban, pero que se tragaban las monedas más rápido que un hambriento se tragaría un bistec). Debido a lo apartado de las instalaciones se recibían pocas visitas de los familiares... eso, suponiendo que al enfermo se le autorizasen dichas visitas. Y hablamos de los enfermos catalanes. Debido a su tamaño, el hospital acogió enfermos de toda España, por lo que las visitas de familiares y amigos, para estos, eran algo impensable. Muchos pacientes terminaban entrando en una psicosis de depresión y abandono, en la que a la agonía de una enfermedad a menudo terminal se sumaban el desarraigo de los suyos y la soledad. Y por ello, muchos se quitaban la vida. El método favorito para hacerlo era arrojarse desde las ventanas de los pisos más altos al jardín interior. El personal asistencial, compuesto en su mayoría por monjas enfermeras de la orden carmelita, consideraba el suicidio como un pecado abominable y no realizo ninguna medida preventiva para evitarlo (como poner rejas en las ventanas o cerrar con llave los accesos al terrado, por ejemplo)

No sólo había tuberculosos en el centro: Familias con posibles (o contactos médicos) habían ido llevando allí a sus familiares de mayor edad y con un alto grado de deterioro, abandonándolos a su suerte con la excusa de que “estarían mejor atendidos en un hospital que en una residencia”. Muchos de estos pobres ancianos también terminaron engrosando las filas de los suicidas. Tampoco mejoraba el ambiente del hospital la costumbre de la guardia urbana y la policía de Barcelona de ingresar regularmente en el centro a indigentes o personas con problemas sociales, más o menos desequilibrados mentalmente, y por lo tanto difíciles de manejar.

En 1974 se quiso remediar esta situación profesionalizando el hospital: Se expulsó a las monjas y se contrató personal sanitario cualificado... al menos, en apariencia. En la práctica, pocas enfermeras ATS querían trabajar en el centro, que además de estar alejado de la ciudad ofrecía salarios más bajos que los del Hospital de Terrasa (de la Diputación) y la Mutua de accidentes de Terrasa. Las plazas acabaron siendo ocupadas por Auxiliares de Enfermería que realizaban funciones de enfermeras y celadores, con escasa o nula preparación médica y mucha menos vocación, que se dedicaban a trapichear con los enfermos: en el economato del hospital hubo un tiempo en el que se podía adquirir de todo por un precio, incluidos, evidentemente, licores y tabaco. En el recinto del hospital se mantenía una granja de unos sesenta cerdos, alimentados con las sobras de la comida de los enfermos, que sobre el papel ayudaban a inyectar beneficios en la maltrecha economía del hospital (aunque en la práctica el dinero generado se perdía en demasiados bolsillos). Tampoco ayudaba a este descontrol que el administrador del centro viviera en Alicante y sólo pasara por el centro dos días a la semana (eso, las semanas en las que se pasaba).

A trancas y barrancas el hospital convertido ya en hospital común, siguió funcionando hasta diciembre de 1986, en el que cerró como centro hospitalario. Siguió funcionando como centro de consultas externas del tórax diez años más, hasta 1997, en el que se trasladó a unos bajos de la Mutua General de Terrasa. En 1991 un ala del hospital fue habilitada como residencia y centro de día para personas discapacitadas. La Residencia “La Pineda”, con capacidad para 60 internos. Permaneció en activo hasta el año 2010, en el que fue trasladado al centro de la ciudad de Terrasa. El resto del edificio, simplemente quedó abandonado.

Con el abandono aumentó la leyenda negra. Aficionados a las ciencias ocultas se colaron en las instalaciones para hacer psicofonías, sesiones espiritistas... e incluso misas negras y rituales satánicos en la antigua capilla. En el año 2003 el hospital volvió a ser noticia, cuando los Mossos d Escuadra´, la policía autonómica catalana, detuvo a un grupo de menores que explorando los sótanos del hospital habría encontrado varios frascos de formol... ¡con fetos humanos dentro!

En el año 2004 la Generalidat de Cataluña y el Ayuntamiento de Terrasa acordaron transformar el recinto en el Parque Audiovisual de Cataluña. Una de sus alas fue adquirida por la empresa Filmax para rodar imteriores de ambiente hospitalario, muy a menudo de terror. Algunas de las películas que se han filmado allí son “Los sin nombre” (Jaume Balagueró, 1999); “Session 9” (Brad Anderson 2001); “Ouija” (Juan Pedro Ortega, 2003); “The Machinist” (Brad Anderson, 2004); “Frágiles” (Jaume Balagueró, 2005)

Si quieren jugar a hacer de cazafantasmas en el antiguo hospital, dicen que en las plantas 4, 5 y 9 pueden oírse voces y gritos en los pasillos y en algunas de las habitaciones. Por el jardín abandonado, donde tantos suicidas se estrellaron, dicen que a veces se ve el fantasma de un paciente, con mascarilla de oxígeno. En el recinto de la casa del palomar se han observado cambios bruscos de temperatura y en ocasiones se han descargado sin razón aparente las baterías de los aparatos electrónicos. Pero ¡tengan cuidado! Pues la leyenda más siniestra es la de una monja enfermera que convencida que era “la mano de Dios” suministraba una inyección mortal a los enfermos que consideraba ya agonizantes, para ahorrarles sufrimientos. Dicen que enloqueció. Dicen que nunca salió del hospital. Dicen... que aún está en él.

Claro que... La gente nunca se harta de decir cosas ¿no?

2 comentarios:

  1. En el 2009 estube en el Hospital del Torax mientras rodaban REC 2 y ya estaba habilitada todas las alas para filmación de peliculas. Es lo bueno de tener un amigo en el PAC.

    Respecto a las voces que se oyen, siempre se olvidan de informar que en los bajos del ala este en esa época, y hasta hace un par de años (hoy no se si es así), había un frenopático activo, de unas 60 personas ("discapacitadas", como se menciona en el artículo).

    Para que la Generalitat cediese el edifico al PAC (Parc Audiovisual de Catalunya), se estuvieron haciendo pruebas estructurales en todo el edificio, ya que se creia que podría tener aluminosis. Estas puebas consisten en hacer cientos de agujeros en todas las estructuras para tomar muestras, por lo que queda todos los agujeros expuestos a los sonidos que puedan haber en el edificio, propagandose entre plantas a una gran velosidad.

    Y, repito, no olvidemos que hay una parte habilitada para "discapacitados", en los bajos del edificio, frenopático es su nombre correcto, por lo que las voces y los gritos de los enfermos mentales están asegurados a todas las horas del día. Es lo que tiene un psiquiátrico.

    Ups!! Perdón por desvelar el secreto de las voces y gritos que tan claramente se escuchan en el Hospital del Torax a todas horas del día.

    Perdón!!!

    ResponderEliminar
  2. También indicar que todo el edificio está cerrado y vallado y con vigilancia constante, incluso con cámaras de seguridad y enormes carteles por todas partes que indica que el terreno es propiedad de la Generalitat de Catalunya, algo que tampoco se nombra en ningún sitio. El allanamiento de la propiedad tiene como sanción mucha pasta y unos cuantos años de carcel. Otra cosa que tampoco se dice es que hay bastantes chabales con condenas por esta tontería.

    ResponderEliminar