Te quiero
Porque has dado
De puñaladas
Que de ningún cobarde
Se escribió nunca nada
(Copla popular andaluza)
La denostada y siempre escasamente honrada navaja es, según muchos, invento de estas Españas suyas y mías, caro lector. Según Martínez del Peral (que algo sabrá de esto, digo yo) su uso se generalizó tras el reinado de Carlos I, cuando las ordenanzas se pusieron duras en eso de que todo aquél que no fuese hijodalgo no podía llevar espada... La navaja era pues ideal para el pueblo llano: una hoja de un solo filo, unida al cabo mediante un remache, y con la empuñadura de hueso, madera, asta o latón. No deja de ser una herramienta, y así se hace burla de la ley. Es fácilmente ocultable en la ropa, y además sin peligro de cortes accidentales, como pasaba antes con los cuchillos, ya que la hoja queda oculta entre las cachas del mango... No es de extrañar, pues, que a finales del siglo XVI su uso fuera ya común en toda la península, que pasara rápidamente a América y que, apenas un siglo después, empezara a fabricarse en Portugal y Francia (Alemania e Inglaterra tardarán un poco más).
Su tamaño puede ser muy variable: desde pocos centímetros (pero muy afiladas) hasta de casi un metro de longitud... (es decir, que abierta se convierte en una espada). ¡Y no es broma, fijaos en la foto de al lado!
Muchas navajas suelen tener grabados diferentes “lemas” a lo largo de su hoja: Algunos de los más curiosos son:
“Quién a mi dueño ofendiere a dos leguas de mí...” (en una navaja de 82 cm. de hoja)
“No me presto, no me doy / sola de mi dueño y señor”
"No me abras sin razón / no me cierres sin honor"
"Me han forjado a golpes"
“Prendida en la liga / defiendo a mi dueña” (pues más de una “maja” del siglo XVIII llevaba navaja en la liga.)
Las mejores navajas se fabricaban (y fabrican) en Albacete, aunque también eran muy buenas las de Santa Cruz de Mudela, Jerez de la Frontera y Sevilla.
Sobre el cierre, las navajas españolas se caracterizan por usar el llamado cierre “de muelles”: una serie de dientes labrados en el talón de la hoja, que producen al abrirla (empalmarla, en argot) un sonido característico de “crec, crec, crec”... Cuantos más dientes tiene la navaja, mayor es la hoja, así que más de uno puede tragar saliva si oye semejante “serenata” a su espalda... Los franceses, por el contrario, crearon en el siglo XIX el llamado cierre “de anilla”, de la que hay que tirar para cerrar la hoja. Algo más silenciosa... Y es que los “apaches” de París (nombre con el que se conocía a ala gente del hampa en tiempos del tercer imperio) eran gente, ante todo, práctica. Juzguen si no la llamada “Pistola apache”:
Consta de un tambor en forma de pimentera, es decir, de tres o cuatro cañones, cada uno con su correspondiente carga, que se disparan a la vez... A bocajarro, los efectos pueden ser terribles.
La empuñadura es también un puño americano...
Y debajo de los cuatro cañones, bien plegadita... hay una navaja...
Pues eso, “Au Revoire”
"Crec, crec, crec y mil veces crec"... ;)
ResponderEliminarYa me parecía que me sonaba el artículo, justamente tengo la Líder en la que lo publicaras, XD, muy bueno, no hay arma mejor que tu siempre fiel navaja, XD
ResponderEliminarLa nunca bien ponderada navaja, sí señor...
ResponderEliminarY en un momento dado se hace uno un bocadillo chorizo...
ResponderEliminarYo las colecciono(tengo pocas,la verdad),pero unas de mis piezas preferidas es una pareja de navajas sicilianas de hoja corta que pone en la hoja de una(de mango negro) "Vendetta" y en otra(de mango marfileño)"ti porto nel cuore".
ResponderEliminarSaludos!