martes, 30 de noviembre de 2010

Mensajes muy secretos


Es que ya se sabe: que donde dije digo digo diego y tú que c... haces poniendo la oreja. Desde el principio de los tiempos el hombre ha considerado que esto de escuchar las conversaciones de los demás está muy bien, mire por donde, y hay que hacer virguerías para conseguir un poco de privacidad... sobre todo cuando hay dos en discordia y un tercero va nadando y guardando la ropa a la vez.

Herodoto cuenta como el griego Demarato, queriendo avisar a sus compatriotas de la inminente invasión persa, escribió el aviso en unas tablillas de madera, que luego cubrió con una capa de cera blanca, convirtiéndolas en unas simples tablillas de tomar notas (en esa época no había papel y lápiz, y se escribía así, marcando con un punzón. Luego se alisaba la cera, se borraba el mensaje y a escribir de nuevo... Un excelente ejemplo de reciclaje, creo yo). El portador de las tablillas pasó sin problemas, retiró luego la cera y mostró luego el mensaje a quien correspondía...

Lo de ocultar los mensajes también lo hacían los mongoles, que rapaban la cabeza a los mensajeros, les tatuaban el mensaje y los enviaban cuando el cabello había crecido de nuevo... Claro que, para usar esta técnica, es mejor no tener mucha prisa (o usar un buen crecepelo). Los chinos usaban un sistema más práctico: escribían el mensaje sobre una seda muy fina, la enrrollaban formando una pelotita, la recubrían de cera y hacían que el mensajero se la tragara. Al llegar a su destino, solamente había que esperar que su aparato digestivo acabara con su función para que el mensaje saliera de nuevo a la superficie... El problema es que este sistema, al contrario que el anterior, es ideal para periodos de tiempo cortos, ya que si uno hace sus funciones digestivas antes de llegar al destino... tendrá que volverse a tragar lo que le ha salido, y eso siempre hace un poco de asquito.

La sofisticación en estas cosas empezó realmente en el el siglo XV, cuando el sabio italiano Giovanni Porta ideó cómo esconder un mensaje ¡dentro de un huevo cocido! Lo que hacía este colega de Leonardo era hacer una tinta especial con alumbre y vinagre, y escribir sobre la cáscara de un huevo duro. La tinta penetra la cáscara porosa y se fija en la superficie de la albúmina del huevo (la clara, vamos), con lo que el mensaje solamente es visible si se pela el huevo.

También es espectacular la tinta invisible. Los romanos, por ejemplo, usaban para escribir sus mensajes la savia lechosa de una planta llamada Thithymallus. Se escribía con ella sobre un papiro u otra superficie lisa y se dejaba secar. La “tinta” se hace transparente, es decir, invisible, pero al calentarla se oscurece volviéndose marrón, con lo que el mensaje se hace pefectamente visible. La verdad es que muchos fluidos orgánicos (como el zumo de limón o la orina humana) tienen esa misma propiedad, que no es otra que ser ricos en carbono, que tiene un nivel de combustión muy alto.

Así que ya lo sabeis, si haciendo de James Bond se os acaba la tinta invisible de Q... tomaos un par de cervezas.

4 comentarios:

  1. "si uno hace sus funciones digestivas antes de llegar al destino... tendrá que volverse a tragar lo que le ha salido, y eso siempre hace un poco de asquito."

    Siempre estamos igual xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

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  2. Abadbonilla rebuznó:

    Me quedo con lo del huevo cocido, por su doble función. Alimenta a la vez que informa.

    ¿No decian que el conocimiento es alimento del alma?... pues esto viene a ser más o menos lo mismo, digo yo.

    XD

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  3. Y recordemos además los primeros algoritmos criptográficos con tranposición de caracteres; como el que usaba Julio César que usaba la transposición de 7 caracteres, es decir, y voy a usar nuestro alfabeto como ejemplo, si quería escribir A escribía G y si quería escribir G escribía L, y así sucesivamente.

    Saludos.

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