Los romanos ya lo tenían muy claro: llamaban a los maleficios que provocaban enfermedad y muerte veneficum (diferenciándolos de los philtrum que provocaban solamente amor u odio). Veneficum viene de veneficus, literalmente, envenenador, mientras que venefica significa maga o hechicera (y antes de que jueguen a cambiar uves por bes, recuerden que en este mundo suyo y mio se dora la píldora a lo que nos puede hacer daño, que ya los griegos llamaban “benévolas” a las arpías y que nosotros encabezamos nuestras cartas a los inspectores de Hacienda con un “Estimado señor” o similar, en lugar de empezar con un “Escupitajo de hiena carroñera”, que sería más apropiado...)
Y entonces, si los romanos no distinguían entre hechiceros y envenenadores... ¿de donde salen las palabras Magia y Mago? Pues también del latín, naturalmente. Magus (plural, Magi) era el nombre que se daba al sacerdote de Zoroastro, ese “hacedor de prodigios” que pupuló por la capital del Imperio pegándose de bofetadas con el seguidor de Cristo, para ver cual de las dos religiones (Mitraismo o Cristianismo) se imponía como la oficial en un imperio cansado de ser politeista (ganó el cristianismo, como todo el mundo sabe, lo que no deja de ser un alivio, porque personalmente prefiero el bautismo con agua a la ducha de sangre del taurobolio mitráico...)
Así que seguidores de Zoroastro son los tres reyes que dejan presentes a Jesusito de nuestra vida en el portal de Belén, así como el célebre Simón el Mago, aquel pobre muchacho que, según la tradición cristiana, estaba chuleando que podía volar sobre los cielos de Roma cuando se encontró con san Pedro, que viendo que en realidad eran demonios los que lo mantenían en el aire los ahuyentó haciendo la señal de la cruz, estrellando al pobre Simón contra el suelo en menos de lo que se tarda en decir “Joputa” (que la tradición no dice si fueron las últimas palabras del pagano en cuestión, pero bien pudieron haberlo sido)
El Mitraismo admite la existencia de ángeles y demonios, y, al igual que el Judaismo (otra religión oriental, no lo olvidemos) concede a los hombres sabios el poder de dominarlos bajo su voluntad y utilizar su poder. El Mago es pues un hombre culto, estudioso, capaz no solamente de dañar, sanar o dominar con pócimas o unguentos sino también de invocar a criaturas poderosas...
Y esta es la copla que nos llegó hasta la Edad Media. Y la iglesia cristiana dio el grito en el cielo (nunca mejor dicho) ya que vieron que les salía competencia. Pues si los magi persas habían sido consejeros de reyes... ¿acaso no les fastidiarían estos sabiondos el chiringuito? Y empezaron a murmurar, así por lo bajo, que los prodigios que no proceden de Dios (es decir, que no hacen los curas) sin duda proceden del Diablo... mientras acarreaban leña para preparar hogueras...
Y claro, como hemos dicho que los magos, entre otras cosas, eran sabios... Se reconvirtieron. El ástrólogo que predecía el futuro se convirtió en astrónomo, el alquimista que buscaba transformar el plomo en oro sentó las bases de la química,, el que recolectaba plantas para preparar drogas fue el primer botánico (que no en vano farmacia viene del griego farmacon, literalmente “fórmula mágica”
Y los que no lo hicieron... pasaron a ser llamados brujas y brujos. Pero eso es otra historia...
Y la contaremos en otra ocasión.
Mágicos sueños.
Imagino que no sería "joputa" lo que dijo, sino algo así como "filius scortum"... Que es lo mismo, pero en latín del güeno...
ResponderEliminarEn serio: muy bueno... Y lo que me he reido con el "joputa" no tiene precio... ;)
Estoy deseando leer la segunda parte, porque la voz "bruja" siempre me intrigó de dónde cara** deriva, porque no me suena mucho a latín.
ResponderEliminarSegun la Real Academia, bruja es probablemente una voz prerromana.. Y no dicen nada más... Que intrigante...
ResponderEliminarDr. Alban, sr. Polo: Viene del nombre del Clan Brujah. Claro.
ResponderEliminarPor lo demás, divertido artículo...
Luis Miguez... Demasiado obvio, ¿no? Además, ¿divertido artículo? Un adjetivo raro para este post, la verdad
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