Según la Wikipedia “Papúa Nueva Guinea, oficialmente el Estado Independiente de Papúa Nueva Guinea (en inglés: Independent State of Papua New Guinea; en tok pisin: Independen Stet bilong Papua Niugini; en hiri motu: Papua Niu Gini)— es un país soberano de Oceanía que ocupa la mitad oriental de la isla de Nueva Guinea (la otra mitad es parte del estado de Nueva Guinea Occidental) y una numerosa cantidad de islas situadas alrededor de esta.”
Fue descubierta por marinos portugueses y españoles en el siglo XVI. El explorador portugués Jorge de Menezes la bautizó como “Papua” por los guías malayos que llevaba consigo (en su idioma “papuah”, significa ”rizado”, en referencia al pelo de los nativos). Lo de “Nueva Guinea” se debe al capitán español Yñigo Ortiz de Retez, que en 1545, al desembarcar en sus playas, le pareció que los nativos de la zona se parecían a los habitantes de la costa de Guinea en África. Sin embargo, la isla no empezó a ser colonizada hasta finales del siglo XIX. La parte norte fue ocupada por Alemania, la parte sur por el Imperio Británico. Tras la primera guerra mundial los ingleses le arrebataron la colonia a los alemanes. Al país se le concedió la independencia en 1949., bajo la tutela de Australia (de hecho, la nación no alcanzaría su auto gobierno hasta 1975). es uno de los países con mayor diversidad cultural del mundo (se han contabilizado 848 idiomas, de los que siguen hablándose 836). Eso, siendo un país escasamente poblado (7 millones de habitantes) y con una población muy dispersa, en el que solo el 18% de la población vive en ciudades. Mientras que en ellas se vive en el siglo XXI, buena parte de los aborígenes del interior de la selva siguen inmersos en la Edad de Piedra, viviendo en aldeas bajo una estructura tribal y practicando una economía de subsistencia (forma de vida “tradicional”, la llaman). Con todo, estas comunidades no están aisladas: saben de la existencia de ese “mundo exterior” más avanzado, algunos jóvenes van a trabajar a las minas o a las ciudades; y también reciben a misioneros, médicos… y antropólogos, claro.
Uno de ellos fue el británico Michael Wood, que a principios de la década 2000 convivió varios meses con los kamula, una de las etnias más aisladas. Su sorpresa fue mayúscula cuando, al pedirles que le contaran historias y leyendas de su tribu ¡empezaron a hablarle de Rambo! Y no, no era otro personaje con el mismo nombre. ¡Le hablaron de un tipo grande, muy musculoso, con una cinta roja en la frente y un enorme cuchillo con el que mataba a sus enemigos! Es decir, el personaje interpretado por Stallone.
A grandes rasgos, la historia que le contaron sobre las hazañas de su héroe fue la siguiente: Rambo era un semidios kamula grande, muy fuerte, del que se enamoró la “hija de la Reina” (se supone que de la Commonwealth). Mandó llamar a Rambo a su palacio y copuló con él. Al ser descubiertos por su marido, éste mandó que cargasen de cadenas a Rambo y lo encarcelasen. Hizo que lo juzgaran para condenarlo a muerte. Para ello reunió a todos los abogados australianos, ingleses y norteamericanos. Para defender a Rambo solo se presentó un abogado de Papúa-Nueva Guinea, muy astuto, que argumentó que para matar a Rambo tendrían que matar todas sus imágenes, ya fuera en foto o en película, todas sus camisetas y demás objetos donde estuviera su rostro o su nombre. Y, además, como era un espíritu kamula de los bosques, tendrían que matar la tierra, el agua, los árboles y plantas de Papúa-Nueva Guinea. Y los hombres blancos vieron entristecidos que no podrían matar a Rambo, y lo dejaron libre. Entonces Rambo prometió que, cuando llegara la Tercera Guerra Mundial, él iría a Papúa-Nueva Guinea a ayudar y proteger a sus gentes. Esa Tercera Guerra Mundial era, según le contaron a Wood, algo inminente, ya anunciada en el texto bíblico del Apocalipsis. Los Kamula (y todos los habitantes de Papúa Nueva Guinea en general) lucharían en nombre de Dios contra un Gobierno Mundial Único que querría imponerse para controlarlos a todos, ejecutando a quien protestase. Además, también mataría a quien leyese la Biblia o fuera a la Iglesia. Pero entonces aparecería Rambo dando a los kamula uniformes y armas para la lucha y llevando a los valientes kamula a la victoria, para que a su muerte pudieran todos ir al Cielo.
Una vez pasada la sorpresa inicial, Wods se puso a analizar el mito de Rambo (y posteriormente lo publicó en su libro “Kamula accounts of Rambo and the state of papua nex guinea” 2006). Los kamula valoran sobre todo la masculinidad, reflejada en la fuerza física, las habilidades como gran guerrero y cazador y el atractivo sexual. Narrando sus hazañas, llevando armas (o imitaciones de madera), copiando su forma de hablar y vestir o simplemente teniendo presente su imagen, Rambo les transmitía fuerzas para luchar contra la adversidad. Este rol, tradicionalmente, lo habían llevado a cabo los llamados “espíritus de los arbustos”, o “del bosque”, seres mágicos que se movían entre el reino visible e invisible y que aumentaban las capacidades de guerreros y cazadores si eran invocados. Convertirse en el recipiente de un espíritu de los bosques tenía un inconveniente: había que actuar al servicio de la tribu, no para el beneficio propio. Los que actuaban egoístamente eran malvados, y si tenían fuerza o buena suerte era porque eran brujos que devoraban carne humana, por lo que según las leyes de los kamula podían (y debían) ser ejecutados en el acto. Los kamula estaban muy ofendidos contra el gobierno porque no les daba permiso para matar legalmente brujos. También consideraban que el gobierno era egoísta (y por lo tanto, malvado), ya que no repartía los productos de tecnología moderna ni el dinero entre todos, sino que los atesoraba para sí. Y es que para los kamula el dinero y la tecnología proceden de los europeos (o de Dios, según algunos), por lo que han de ser un bien común, no de unos pocos. Por ello los kamula se sentían oprimidos y esperaban la llegada de Rambo, que los liberaría.
Sobre cómo entraron en contacto los kamula con las hazañas de Rambo hay dos teorías: Una, que otro antropólogo anterior a Woods les mostró fragmentos de una película de tal personaje a los kamula para ver cómo reaccionaban. Otra, que alguno de los jóvenes que salen de la tribu para trabajar en las minas o probar suerte en la ciudad vio alguna de las películas y las contó a sus paisanos cuando vino de visita, narrándolas como si fueran hechos reales (o quizá sus oyentes lo entendieron así)
De un modo u otro, Rambo, el defensor de los oprimidos por el malvado gobierno, sigue siendo admirado y adorado como héroe cultural, semidiós y futuro liberador de Papúa-Nueva Guinea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario