Los famosos conviviun
(banquetes)
La
imagen típica y tópica que tenemos de los romanos: reclinados en una mezcla de
sofá y cama comiendo como cerdos… Algo había de ello, pero como siempre se
tiende a exagerar…
Originalmente
el convivium era una cena para hombres, para hablar de negocios o simplemente
charlar y relajarse. Mediados los tiempos de la República incluyó también a las
mujeres (¡Buenas eran las matronas romanas para decirles que no!)
Costumbres
Antes
de la cena, recomendaban los galenos limpiarse bien el estómago: Nada mejor,
según Juvenal (Sátira VI) que beberse medio litro de vino para vomitarlo a
continuación.
A medida que llegaban los invitados, eran recibidos por el dueño de la casa o por su mujer, si éste estaba ocupado. Se intercambiaban pequeños obsequios, los apophoreta. Los invitados podían traer su propia servilleta (máppae), que serviría, luego, para llevarse las sobras de la cena a su casa. (Las servilletas romanas, ni que decir tiene, eran bastante más grandes que las nuestras, más o menos como una toalla de manos actual)
Los
comensales se vestían para cenar con una túnica holgada (la vestis
cenatoria) y se descalzaban. Los
esclavos les lavaban las manos y los pies, y se les coronaba con coronas
perfumadas. Se creía que su aroma era beneficioso para la salud de su portador,
permitiéndole disfrutar mejor de la comida. Se confeccionaban con hojas de
laurel o de hiedra, a menudo con flores entremezcladas.
Se
cenaba en el triclinium, la sala de la casa reservada exclusivamente a tal fin.
Allí, los comensales se recostaban en un sillón especialmente diseñado para
comer, el lectus triclinaris. Había tres lectus en semicírculo alrededor de la mesa (para que los
esclavos, que estaban de pie detrás, pudieran servir cómodamente los diferentes
platos). En cada lectus cabían tres personas. De ahí la expresión que en un
banquete había que ser tantos como las Gracias (tres) y no más que las Musas
(nueve). Un décimo comensal tendría que sentarse en una silla o taburete… y no
era cosa que quedara bien. Quedaba casi como un insulto. En caso de convivium
multitudinarios (como los que daba el propio emperador) se agrupaba a la gente en grupos de nueve, en
las diferentes mesas… Como se hace hoy en día en los banquetes de bodas, por
ejemplo.
Los comensales se acostaban sobre el codo izquierdo, con los
pies fuera del lectus y las cabezas orientadas hacia la mesa. En las casas
tradicionales, las mujeres cenan sentadas en sillas, aparte o frente a sus
esposos. Pero ya a finales de la República era costumbre rancia que pocos
seguían. (Si se fijan, en la monarquía a
las mujeres ni se les permitía asistir a los convivium, a mediados de la
República, sentadas, a finales, acostadas, y luego… bueno, luego ya se lo
imaginarán)
Modales
La buena educación exigía comer con las puntas de los dedos.
Se utilizaban también cucharas: una grande (ligula) y otra más pequeña (cochlear) que
se usaba para comer caracoles y moluscos, siendo un poco como nuestro tenedor
actual. No eran necesarios cuchillos, ya que los esclavos troceaban las viandas
sirviéndolas en pequeños y cómodos bocados.
Tras cada plato
había que lavarse las manos. Era de mala educación limpiárselas con la
servilleta: Ésta estaba sólo para limpiarse los labios.
Los huesos,
espinas, conchas, etc, se arrojaba al suelo, para que los esclavos lo
barrieran. Nunca se dejaban sobre la mesa, ni mucho menos en el plato o en el
lectus.
Era de pésima educación tener que dejar la mesa para aliviar
una necesidad corporal (como ir a hacer aguas o vomitar), y evidentemente aún
peor requerir una bacinilla o cubo para hacerlo a la vista de todos, sin
levantarse. En cambio, aguantarse hasta el fin de la comida indicaba unos
modales exquisitos.
Entretenimiento
¡No hay convivium sin entretenimiento! Los tres lecti
(plural de lectus) del triclinium no están dispuestos dejando un espacio libre
para ver la tele (como se hace hoy en día)… más que nada porque el televisor no
existía. En su lugar había derisores
(bufones), aretalogi (juglares) y bailarinas (que también hacían de prostitutas,
por cierto). Las bailarinas no interpretaban sus danzas durante la cena
propiamente dicha, pues sus bailes solían ser bastante “picantes” y la buena
educación los consideraba impropios. Se reservaban, pues, para la comissatio
(esa ronda de bebidas de la que
hablamos en una entrega anterior, ¿recuerdan?). Muchas veces en ella las
mujeres ya se habían retirado. (¿No les recuerda la típica costumbre de “los
hombres tomarán café, coñac y puros aparte” propia de finales del siglo XIX?).
Si las mujeres se quedaban, y las bailarinas se animaban a echarse luego junto
a los invitados… Dejamos de hablar de convivium y pasamos a hablar de
baccanale… Supongo a los lectores lo bastante ilustrados para ahorrarme
traducciones, definiciones y otras explicaciones.
Platos
Si hemos de hacer caso a los escritos de Juvenal, Marcial y
especialmente, a Apicio (curioso personaje, autor de un interesante libro de
recetas) un convivium tenía que ser un auténtico banquete, y aunque se
respetaba la clasificación en tres platos (gustatio, prima mensa y secunda
mensa) de las que hablamos en la anterior entrega, las buenas maneras exigían
que se sirvieran por lo menos siete platos distintos: Una serie de entremeses
para ir abriendo boca, tres gustatio más elaborados, dos platos principales y
el postre. Menos, ni era un convivum ni era nada. Ni que decir tiene, que
muchas veces eran bastantes más. Por cierto, tras el plato fuerte y antes de
los postres, se hacía una ofrenda de carne, vino, y pastel teñido con azafrán a
los espíritus protectores de la casa, los lares.
Que también ellos estaban invitados a participar en el convivium.
Si el lector quiere excitar sus jugos gástricos y su
imaginación, repase el siguiente listado de platos sacado de los autores
consultados:
Entrantes
Pastel de ostras y almejas
Erizos de mar en salsa de vino
Calamares rellenos de sesos
(Lumbuli) Criadillas asadas
Sesada de faisán
Hígados de caballa
Talones de camello
Pezones de cerda
Testículos de cabrito
Senos de lechón rellenos de pétalos de rosas
Riñones de ciervo y de jabalí
Aves empanadas
Platos principales
Cabrito asado con salsa de jengibre
Lirones asados (Con miel y semillas de amapola)
Avestruz hervido
Lechón con verduras y bichos del jardín (caracoles)
Pecho de cerdo asado
Estofado de flamenco
Estofado de Tordos
Cabrito relleno
Lenguas de flamenco y papagayo
Lenguado con puré de membrillo
Gallina africana asada.
Cerdo (o ternero) relleno de morcillas y salchichas
Postres:
Setas hervidas con miel
Pastel de dátil relleno de manzana, miel y vino
Patinam de Rosis (Flan de sesos de carnero con pimienta)
Cochleas lacte pastas (Caracoles embebidos en leche con
salsa de vino)
Tortilla a la miel y pimienta
Pastel de
frutos secos (pistachos, nueces, avellanas, almendras) con miel
Receta
Para preparar sucedáneo de salsa de Garum
Tomar una lata de anchoas, batir las anchoas junto a dos
cucharadas de aceite de oliva y de vino aromatizado hasta que quede como una
crema espesa. Añadir pimienta y una cucharada de miel. Aderezar los platos con
moderación, recordando el viejo dicho "Omnis
saturati mala" (Todo exceso es malo)
Y así finaliza este escrito, gracias a quienes lo lean, pues
para ellos lo aprendí. Que, cómo dice Séneca con gran razón: Homines, dum docent, discunt (El hombre
que enseña, aprende)
Y buen provecho, y mejor apetito.
Como siempre, magnífico!
ResponderEliminarCreo que lo he dicho antes, pero lo repito: parece que estás a dieta y escribes esto para resarcirte... ;)
ResponderEliminarUn gran dossier sobre la comida romana. Lo usaré en una partida que tengo ahora mismo ambientada en la roma imperial.
ResponderEliminarBuen provecho a usted también... Le ha quedado una pequeña serie de artículos tan prolija como disfrutable.
ResponderEliminarHola Ricard, unos artículos magníficos y muy interesantes, por lo que mereces que te otorgue un Premio Liebster:
ResponderEliminarhttp://eldadoinquieto.blogspot.com.es/2012/05/liebster-blog-awards.html
¡¡Felicidades!!
La verdad que genial, pero muy especialmente por presentar tan bien las ideas con una prosa tan bien cocinada.
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