Miren,
lo confieso: soy fan del Grinch. Ya lo he dicho más de una vez. Así que qué
mejor que estas "entrañables fechas" para hacer memoria del personaje
y de su autor.
Cuando hablamos del Grinch a casi
todos les viene a la cabeza la película del año 2.000 interpretada por Jim
Carrey y dirigida por Ron Howard. No es una mala versión (aunque para mi gusto
el Grinch de Carrey es un pelin demasiado histriónico... pero bueno ¿algún
personaje de este actor no lo es?)
Pocos saben que el Grinch,
originalmente, era un poema... O un cuento en verso, como prefieran. Vio la luz
en 1957, en un libro infantil llamado "Cómo el Grinch robó la
Navidad" Su autor era Theodor Geisel, que firmaba sus obras como "Dr.
Seuss". Este autor de cuentos infantiles tenía un estilo muy especial. En
aquellos tiempos en que a los niños no se les tenía por gilipollas (con perdón)
gustaba de usar simbolismos e imágenes surrealistas. Sus cuentos encerraban
moralejas cómo el deterioro del medio ambiente, la búsqueda de la identidad
personal o, en el caso del Grinch, el verdadero espíritu de la Navidad, que no
consiste en comilonas y regalos (eso es lo que roba el Grinch) sino en el
espíritu de amor y paz entre semejantes celebrando así el Nacimiento de
Cristo....
Pero mejor les dejo el cuento, con
la excelente traducción de Yanitzia Canetti, y decidan por sí mismos...
Considérenlo mi regalo de Navidad:
Hace tiempo (y
no es un chiste)
vivió un ser de
mirada triste.
Villa Quién fue
el lugar
donde el Grinch
escogió morar.
Los felices
“quienes” ahí vivían
y el Grinch con
ellos reñía.
No se reía,
siempre enojado,
le gustaba estar
amargado.
La Navidad, sin
explicación
odiaba de
corazón.
Un diciembre muy
helado
se sintió el más
malvado
y a la bella
Nochebuena
quiso quitarle
lo buena.
Esa linda noche
mágica
decidió volverla
trágica.
“Nadie la
disfrutará
y el pueblo
entero llorará
cuando vea mi
travesura
que nadie espera
sea tan dura.
Ash, cómo odio
pensar
que mucho amor
se van a dar
y todos juntos
de las manos
se querrán como
hermanos.
Mira, Santa
barrigón,
me caes mal por
cachetón
y estropear
quiero tu plan
(ni creas que
soy tu “fan”):
que nadie quiera
a tus duendes
para ver si así
aprendes
a
no ser tan buena
gente
y querer tanto a
la gente”.
En eso al Grinch
se le ocurrió
una muy mala
idea y sonrió.
“La Navidad debo
evitar,
que no se pongan
a cantar,
que los niños no
hagan ruido
y que caigan en
olvido;
que no sean
felices
y se llenen de
lombrices.
Ja, los quienes
quieren fiestas
y yo seré su
aguafiestas”.
De Santa Claus
se disfrazó
y a su perro
convirtió
en un reno
narizón.
Con gran prisa
entró a un hogar
y su plan puso a
actuar.
Con el rostro
deformado
y el corazón más
malvado
los dulces y los
regalitos,
la comida, el
arbolito
todo junto lo
robó
y en su bolsa lo
escondió:
bicicletas y
paletas,
muñecas y
patinetas,
el suave vino y
el pavo...
lo robó y dijo
“Bravo”.
En eso lo
sorprendió
una niñita que
vio
lo que hacía el
malvado ladrón
y con ternura
dijo al bribón:
“Santa, no te
lleves todo.
Quiero jugar y
así no hay modo.
Por fa, querido
Santita,
te prometo ser
buenita,
pero no tomes mi
bota
ni mucho menos
mi pelota”.
El Grinch
inventó una razón
y la niña de
buen corazón
le creyó a quien
vio disfrazado
de Santa, el
viejito adorado.
“Mira chiquita”,
el malo mintió,
“de tu árbol la
luz se fundió.
Me lo llevo a
arreglarlo
y vendré a
regresarlo”.
La niña contenta
quedó
y el muy cruel a
otra casa partió.
De esa también
se robó
lo que en ella
bonito encontró:
en toda la villa
de “quienes”
hurtó los
regalos y bienes
que a todos
harían felices
y al faltarles,
infelices.
Luego corrió a
su casa sombría
a esperar que
llegara el día.
“Navidad hoy por
fin no tendrán
y reiré de cómo
llorarán”.
Pero en eso un
sonido oyó
que de veras su
mente turbó.
Eran risas y
cantos de gozo...
¡celebraban con
gran alborozo!
El Grinch
entendía muy poco
o todos estaban
muy locos
o sin comer y
sin regalar
podían igual
festejar.
Así, Navidad no
estaba en las tiendas
ni en las manos
de Santa las riendas
de hacer que la
gente del mundo
se diera cariño
profundo.
El Grinch así lo
entendió
y ser bueno por
fin decidió;
regresó los
juguetes con prisa
y en mil caras
brotó una sonrisa.
Lo mejor es que
con esa lección
al Grinch se le
curó el corazón
y se puso a reír
y a bailar
y aprendió desde
entonces a amar.
Muchas gracias Ricard y feliz navidad para ti (o felices fiestas de Saturnalia que diría Sheldom Cooper). Una propuesta para que te quede el post redondo; pon también la versión original en inglés. No es muy larga y algunos agradeceremos poner el poema como se lo trajo al mundo. Gracias de antemano...
ResponderEliminarUn trocito de la mejor versión en animación del Grinch: http://youtu.be/ppWrbYC3WwQ
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