lunes, 21 de diciembre de 2015

Los no siempre amables elfos de la Navidad




            Sí, hablamos de esos duendecillos vestidos de verde o de rojo, que viven con Papa Noel en el Polo Norte y que se dedican a hacer juguetes para los niños... Como ya saben que servidor es más fan del Grinch que de Santa Claus, buceemos un poco sobre sus orígenes:

            Los mitos nórdicos originales representaban a los elfos (o duendes) como seres altos, hermosos y con grandes poderes. Se dividen en dos grupos: Los elfos luminosos ((Ijósalfar) y los elfos oscuros (Svartalfar), que viven bajo tierra. Tanto unos como otros tienen una relación ambigua con los hombres: juegan con ellos, y si bien es cierto que a veces favorecen a algún afortunado, lo normal es que un encuentro con estos seres termine en tragedia, tanto para el interesado como para sus vecinos y familiares.

            Entonces... ¿de dónde sale la imagen de los duendecillos bajitos y tal? De los "Nidavellir" (los nivelungos famosos de la saga de Sigfrido), llamados también, según las circunstancias, enanos, gnomos, kobolds, trolls... Son pálidos y cadavéricos, de pelo negro y estatura como mucho humana (muchas veces inferior). Viven bajo tierra, como los elfos oscuros. Pero a diferencia de estos, que están encantados de sí mismos, los nidavellir son inteligentes y laboriosos, excelentes mineros, forjadores, herreros y artesanos, capaces de crear los más maravillosos objetos, que los humanos, con razón, consideran mágicos. 
            Si hemos de citar una culpable sobre la imagen de los elfos de la navidad podríamos citar a Louisa May Alcott, la autora de "Mujercitas" que ya en 1850 (otros dicen que en 1856, pero poco importa) escribió una novela de corte infantil llamada "Duendes de la Navidad", en la que describe unos ayudantes de Santa Claus tal y cómo los conocemos. La novela, bastante mala, y nunca publicada en vida de la autora, por cierto... A su vez, la señora Alcott fue seguramente influenciada por la revista Godey's Lady's Book (Libro para damas de Godey), también conocida como Godey's Magazine and Lady's Book. Esta revista femenina se publicó en Filadelfia entre 1830 y 1878, llegando a distribuir la increíble cifra (para la época) de 150.000 ejemplares. En su especial Navidad de 1873, vemos en portada un Santa Claus en su taller rodeado de juguetes... y de duendes que lo ayudan.
            ¿Se limitan los duendes a fabricar juguetes? No, por supuesto. En el mundo anglosajón (Reino Unido, Canadá, Estados Unidos) se les considera encargados de cuidar de los renos de Santa Claus y, en algunas tradiciones muy interesantes, en espiar a los niños para ver si son buenos o malos a lo largo del año.
            En Escandinavia (Noruega, Suecia y Dinamarca) y sobre todo en su área de influencia cultural (Finlandia, Islandia) las tradiciones son más antiguas... y un poco más siniestras.
            El Santa Claus finés se llama Joulupukki, y sus ayudantes son los tonttu. Un tonttu es un tipo de haltija. Lo traducen como gnomo o elfo, pero sería más apropiado llamarlo "espíritu" ya que, literalmente, su nombre significa "ocupante". Hay muchos tipos de haltija: los que viven en las casas, con los hombres, los de los bosques, loa de las aguas de los lagos... y los de los cementerios. Tienen la facultad de poseer el cuerpo de los humanos, y así es como los tonttu espían a los niños: Cualquier adulto que observe a un niño puede, en realidad estar poseído, de manera temporal, por uno de estos espías de Santa Claus. la posesión puede ser pasiva (el tonttu se limita a observar) o activa, haciendo que el humano anfitrión hable o se comporte de manera diferente, para probar al niño...
            En Islandia la tradición es aún más inquietante: Cuenta la leyenda que de la unión del feo ogro  Leppaluoi y de la comilona troll Gryla nacieron trece hijos, los "Yule lad". Estos visitan por turno las moradas de los humanos las noches anteriores a la Navidad:
            El 12 de diciembre aparece Stekkjarstaur, que tiene dos patas de palo y mama de las ubres de ovejas y vacas
            El 13 de diciembre es el turno de Giljagaur, también gran amante de la leche, por lo que si alguna jarra o botella queda a la vista la robará.
            El 14 de diciembre viene de visita Stúfur, que se limita a devorar las sobras de comida que queden en cacerolas y cuencos
            El 15 viene Þvörusleikir, que chupetea las cucharas.
            El 16 Pottasleikir, que hace lo mismo, pero con las cacerolas
            El 17 Askasleikir, que lo que babosea son los tazones
            El 18 Huroaskellir, que no es glotón como sus hermanos pero sí bastante más gamberro: Le encanta despertar por la noche a los ocupantes de las casas en el más puro estilo poltergeist, haciendo que las puertas den portazos una y otra vez y haciendo chirriar las bisagras por muy engrasadas que estén.
            El 19 Skyrgámur, otro glotón al que le encanta el "skyr" (un tipo de yogurt)
            El 20 Bjúgnakrækir, al que le encantan la salchichas y que hará desaparecer todas las que estén a la vista.
            El 21 Gluggagægir, que es un mirón al que le encanta espiar por las ventanas. También es ladrón de juguetes y de cosas en general por las que se tenga aprecio.
            El 22 Gáttaþefur, ladrón de pasteles (bueno, en concreto ladrón y consumidor de una deliciosa especialidad islandesa llamada "laufabrauð", unas láminas de pan fritas en grasa y azucaradas.)
            El 23 Ketkrókur, que lo que hace desaparecer es la carne ahumada, que se lleva colgando de un gancho o garfio que siempre lleva consigo.
            El 24 llega el último, Kertasníkir, al que le gusta la oscuridad y odia la luz. Por eso sopla para apagar velas y candelabros.
            ¿Y el 25? El 25 llega su madre, la monstruosa Gryla, rapta a los niños que sus hijos le han dicho que no han sido buenos , se los lleva a su guarida, los mata, cocina y devora. Un niño que haya sido malo sólo se salvará si el día 25 se pone ropa nueva, pues entonces Gryla no le reconocerá, ya que no coincidirá con la descripción que le han dado sus hijos.
            El Tomten escandinavo, con su permiso,  me lo reservo para el año que viene, siguiendo mi tradición de post anual navideño ligeramente gruñón.
            Y buenas fiestas, empachos menores y no se gasten toda la paga de navidad (si es que la tienen) en compras antes de la primera quincena de enero.
            JO, JO, JO y todo eso.


2 comentarios:

  1. me parece usted un estafador en toda regla y creo que se ha reido usted en todos aquellos ingenuos que han comprado tu libro de rol aquelarre,(pedazo de cabronazo)ya que un libro de la edad media tendria que existir la profesion de almaciguero y de mamporrero...estamos indignados somos city y nikolay

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