A finales de la década de los 40 el
Ministerio de Sanidad dictaminó construir en los alrededores de
Barcelona un Hospital para tuberculosos y otros enfermos con
problemas respiratorios, como fibrosis quística o cáncer de pulmón.
No era capricho, pues el número de enfermos con afecciones
respiratorias era preocupantemente alto en Cataluña, y el centro
hacía mucha falta. Se decidió construir un edificio nuevo, moderno,
ya habilitado para hospital, sin recurrir a la opción fácil de
remodelar más mal que bien algún otro edificio (normalmente
religioso, como un monasterio) que solía ser la solución más al
uso. También se tuvo cuidado en la elección del lugar donde se
construiría: una pineda a tres kilómetros de Terrasa, la población
con menor índice de tuberculosis de toda Cataluña (bueno, y que el
ayuntamiento del municipio regaló la finca de once hectáreas al
Patronato Nacional Antituberculoso, por lo que por ahí se ahorraba
dinero). El Hospital del Tórax de Terrasa se inauguró oficialmente
el 8 de junio de 1952, con presencia del Generalisimo y rodaje para
el NODO incluídos, que no todo tenían que ser inauguraciones de
pantanos. Sobre el papel, perfecto el paraje y perfectas las nuevas
instalaciones: Capacidad para 1.500 enfermos. Situado a 400 m. de
altura, 300 días soleados al año, sin nieblas ni vientos del
noroeste (gracias al macizo de Sant Llorenç), suelo seco y saneado
rodeado de pinos, bien comunicado con Terrasa y, por ende, con
Barcelona por una carretera más que razonable para la época.
Y sin embargo, veinte años después,
en 1972, el cuento idílico de hadas se había convertido en un
relato de terror. ¿Qué había sucedido?
Para empezar, el hospital ostentaba el
macabro récord de índices de suicidio más altos que en ningún
otro centro sanitario del país. Los pacientes, para evitar el
contagio, permanecían totalmente aislados del mundo exterior (sólo
podían comunicarse con sus familiares mediante unas cabinas
telefónicas que no siempre funcionaban, pero que se tragaban las
monedas más rápido que un hambriento se tragaría un bistec).
Debido a lo apartado de las instalaciones se recibían pocas visitas
de los familiares... eso, suponiendo que al enfermo se le autorizasen
dichas visitas. Y hablamos de los enfermos catalanes. Debido a su
tamaño, el hospital acogió enfermos de toda España, por lo que las
visitas de familiares y amigos, para estos, eran algo impensable.
Muchos pacientes terminaban entrando en una psicosis de depresión y
abandono, en la que a la agonía de una enfermedad a menudo terminal
se sumaban el desarraigo de los suyos y la soledad. Y por ello,
muchos se quitaban la vida. El método favorito para hacerlo era
arrojarse desde las ventanas de los pisos más altos al jardín
interior. El personal asistencial, compuesto en su mayoría por
monjas enfermeras de la orden carmelita, consideraba el suicidio como
un pecado abominable y no realizo ninguna medida preventiva para
evitarlo (como poner rejas en las ventanas o cerrar con llave los
accesos al terrado, por ejemplo)
No sólo había tuberculosos en el
centro: Familias con posibles (o contactos médicos) habían ido
llevando allí a sus familiares de mayor edad y con un alto grado de
deterioro, abandonándolos a su suerte con la excusa de que “estarían
mejor atendidos en un hospital que en una residencia”. Muchos de
estos pobres ancianos también terminaron engrosando las filas de los
suicidas. Tampoco mejoraba el ambiente del hospital la costumbre de
la guardia urbana y la policía de Barcelona de ingresar regularmente
en el centro a indigentes o personas con problemas sociales, más o
menos desequilibrados mentalmente, y por lo tanto difíciles de
manejar.
En 1974 se quiso remediar esta
situación profesionalizando el hospital: Se expulsó a las monjas y
se contrató personal sanitario cualificado... al menos, en
apariencia. En la práctica, pocas enfermeras ATS querían trabajar
en el centro, que además de estar alejado de la ciudad ofrecía
salarios más bajos que los del Hospital de Terrasa (de la
Diputación) y la Mutua de accidentes de Terrasa. Las plazas acabaron
siendo ocupadas por Auxiliares de Enfermería que realizaban
funciones de enfermeras y celadores, con escasa o nula preparación
médica y mucha menos vocación, que se dedicaban a trapichear con
los enfermos: en el economato del hospital hubo un tiempo en el que
se podía adquirir de todo por un precio, incluidos, evidentemente,
licores y tabaco. En el recinto del hospital se mantenía una granja
de unos sesenta cerdos, alimentados con las sobras de la comida de
los enfermos, que sobre el papel ayudaban a inyectar beneficios en la
maltrecha economía del hospital (aunque en la práctica el dinero
generado se perdía en demasiados bolsillos). Tampoco ayudaba a este
descontrol que el administrador del centro viviera en Alicante y sólo
pasara por el centro dos días a la semana (eso, las semanas en las
que se pasaba).
A trancas y barrancas el hospital
convertido ya en hospital común, siguió funcionando hasta diciembre
de 1986, en el que cerró como centro hospitalario. Siguió
funcionando como centro de consultas externas del tórax diez años
más, hasta 1997, en el que se trasladó a unos bajos de la Mutua
General de Terrasa. En 1991 un ala del hospital fue habilitada como
residencia y centro de día para personas discapacitadas. La
Residencia “La Pineda”, con capacidad para 60 internos.
Permaneció en activo hasta el año 2010, en el que fue trasladado al
centro de la ciudad de Terrasa. El resto del edificio, simplemente
quedó abandonado.
Con el abandono aumentó la leyenda
negra. Aficionados a las ciencias ocultas se colaron en las
instalaciones para hacer psicofonías, sesiones espiritistas... e
incluso misas negras y rituales satánicos en la antigua capilla. En
el año 2003 el hospital volvió a ser noticia, cuando los Mossos d
Escuadra´, la policía autonómica catalana, detuvo a un grupo de
menores que explorando los sótanos del hospital habría encontrado
varios frascos de formol... ¡con fetos humanos dentro!
En el año 2004 la Generalidat de
Cataluña y el Ayuntamiento de Terrasa acordaron transformar el
recinto en el Parque Audiovisual de Cataluña. Una de sus alas fue
adquirida por la empresa Filmax para rodar imteriores de ambiente
hospitalario, muy a menudo de terror. Algunas de las películas que
se han filmado allí son “Los sin nombre” (Jaume Balagueró,
1999); “Session 9” (Brad Anderson 2001); “Ouija” (Juan
Pedro Ortega, 2003); “The Machinist” (Brad Anderson, 2004);
“Frágiles” (Jaume Balagueró, 2005)
Si quieren jugar a hacer de
cazafantasmas en el antiguo hospital, dicen que en las plantas 4, 5 y
9 pueden oírse voces y gritos en los pasillos y en algunas de las
habitaciones. Por el jardín abandonado, donde tantos suicidas se
estrellaron, dicen que a veces se ve el fantasma de un paciente, con
mascarilla de oxígeno. En el recinto de la casa del palomar se han
observado cambios bruscos de temperatura y en ocasiones se han
descargado sin razón aparente las baterías de los aparatos
electrónicos. Pero ¡tengan cuidado! Pues la leyenda más siniestra
es la de una monja enfermera que convencida que era “la mano de
Dios” suministraba una inyección mortal a los enfermos que
consideraba ya agonizantes, para ahorrarles sufrimientos. Dicen que
enloqueció. Dicen que nunca salió del hospital. Dicen... que aún
está en él.
Claro que... La gente nunca se harta de
decir cosas ¿no?
En el 2009 estube en el Hospital del Torax mientras rodaban REC 2 y ya estaba habilitada todas las alas para filmación de peliculas. Es lo bueno de tener un amigo en el PAC.
ResponderEliminarRespecto a las voces que se oyen, siempre se olvidan de informar que en los bajos del ala este en esa época, y hasta hace un par de años (hoy no se si es así), había un frenopático activo, de unas 60 personas ("discapacitadas", como se menciona en el artículo).
Para que la Generalitat cediese el edifico al PAC (Parc Audiovisual de Catalunya), se estuvieron haciendo pruebas estructurales en todo el edificio, ya que se creia que podría tener aluminosis. Estas puebas consisten en hacer cientos de agujeros en todas las estructuras para tomar muestras, por lo que queda todos los agujeros expuestos a los sonidos que puedan haber en el edificio, propagandose entre plantas a una gran velosidad.
Y, repito, no olvidemos que hay una parte habilitada para "discapacitados", en los bajos del edificio, frenopático es su nombre correcto, por lo que las voces y los gritos de los enfermos mentales están asegurados a todas las horas del día. Es lo que tiene un psiquiátrico.
Ups!! Perdón por desvelar el secreto de las voces y gritos que tan claramente se escuchan en el Hospital del Torax a todas horas del día.
Perdón!!!
También indicar que todo el edificio está cerrado y vallado y con vigilancia constante, incluso con cámaras de seguridad y enormes carteles por todas partes que indica que el terreno es propiedad de la Generalitat de Catalunya, algo que tampoco se nombra en ningún sitio. El allanamiento de la propiedad tiene como sanción mucha pasta y unos cuantos años de carcel. Otra cosa que tampoco se dice es que hay bastantes chabales con condenas por esta tontería.
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