Dicen que es el oficio más
antiguo del mundo… Y posiblemente lo sea, si es que nuestras antepasadas se
comportaban como nuestros primos los primates. Se ha observado que las hembras de
los bonobos acceden con mayor frecuencia a tener relaciones sexuales con los
machos que les traen comida. Ya saben, “por el interés te quiero, Andrés” y
todo eso… Y como hablamos de interés, vamos a definir prostitución como
intercambio de sexo por favores, bienes, y/o dinero. Y esto, que nos parece una
verdad de Perogrullo, en el pasado no lo fue tanto, ni se entendió así.
Con la revolución neolítica se
asoció la fertilidad de los campos a la de la mujer, por aquello de que daban
fruto y todo eso. Así que se organizaban rituales de fertilidad bastante más
divertidos que las ceremoniosas misas actuales (y es que así, daba gusto ser
creyente, oiga). El acto sexual, a menudo realizado en el templo en honor de la
diosa-madre correspondiente, (Tania, Isthar, Asrarté, Afrodita, Anaítis,
póngase el nombre que corresponda, que para lo que nos importa es lo mismo)
proporcionaba a la vez fertilidad a las mujeres y a la tierra, es decir, que
otorgaba prosperidad a la ciudad. En Babilonia, la ciudad griega de Corinto y
la tierra de Canaán esas prácticas derivaron en la llamada “prostitución
sagrada”. Las siervas del templo (mal llamadas prostitutas, ya hablaremos de
eso) se entregaban a los sacerdotes (que tontos no eran) y, por dinero
(donativos para el templo, decían) a quien las requiriera. No por lujuria, sino
por religiosidad (ejem)
Una variante de ese ritual se
daba en las ciudades de Fenicia: En las ceremonias en honor de las divinidades
de la fertilidad (Anat y su consorte Aleyin, Inanna y Tammuz, Afrodita y Adonis, los nombres varían en cada ciudad pero
el ritual no) las mujeres tenían que golpearse el cuerpo y cortarse la cabellera,
para ofrecérsela luego en sacrificio a los dioses. Las que querían conservar su
cabellera… Pues tenían que “sacrificarse” de otra manera. Salían entonces del
templo y se dirigían a un mercado especial, donde se entregaban a los
extranjeros, a los que no eran de la ciudad. Su recaudación se entregaba como
ofrenda al templo. Este rito marca un punto de inflexión: El comercio sexual reglamentado,
a cambio de dinero, (y tal y como lo conocemos hoy en día) abandona así los
templos, y se convierte simplemente en un negocio.
… Lo que va muy bien a las
sociedades que consideran ofensivo practicar sexo bajo el techo del templo,
aunque sea para honrar a los dioses. Tal es el caso de los pacatos Hebreos,
redactores de la Biblia y vecinos de las gentes de Canaán… “Abominaciones cananitas” llama a tales
prácticas el libro del Deuteronomio. Pero claro, si el comercio carnal no se
hace en el templo, en algún sitio se tendrá que hacer… La misma Biblia, en el
Génesis, describe cómo se practicaba la prostitución en la antigua sociedad
judía: La prostituta se coloca al lado de la carretera, fuera de la ciudad, y
se ofrece a los viajeros. Se cubre la cara, lo que la marca como prostituta,
para diferenciarla de las mujeres honestas, que van con el rostro descubierto
(y posiblemente para garantizarle un poco de anonimato). Es curioso cómo dan la
vuelta la tortilla del destino, que ahora hay sociedades en los que la mujer,
para ser honesta, ha de ir con el rostro y el cuerpo cubiertos… Bueno,
dejémoslo, que pierdo el hilo.
Los egipcios tampoco practicaban la prostitución sagrada al
uso, aunque en la época pre-dinástica (entre el -4.500 y el -3000, para entendernos)
se realizaban rituales orgiásticos en honor a la Diosa-Madre, en el que las
sacerdotisas se estimulaban el “fervor religioso” con objetos rituales que,
casualmente, tenían formas fálicas. Además de ejercer como consolador
ceremonial, estos objetos se colgaban del cuello a modo de talismanes…
Discretas, ellas.
De estos rituales derivaron las llamadas “palácidas” mujeres
muy hermosas, reclutadas entre la elite de la aristocracia egipcia, que
entregaban su cuerpo como parte del ritual de la siembra, para aumentar la
“fuerza” inseminadota del río Nilo.
Las prostitutas egipcias al uso (las que cobraban por sus
servicios) solían ser bailarinas (o decían serlo, aunque sus bailes fueran de
otra manera). Las que eran felatrices (es decir, las que practicaban el sexo
oral) se pintaban los labios con tintes vivos y llamativos, para ofrecer el
producto (ya he dicho que, ante todo, discretos….) Por cierto, esta costumbre
no era exclusiva de las prostitutas-bailarinas (Kat
Tahut, se las llamaba, nombre muy gráfico si tenemos en cuenta que “kat” quiere
decir vulva). Muchas mujeres de toda condición se pintaban los labios
así para indicar que les iba la marcha. La felatriz más famosa de todos los
tiempos fue Cleopatra, que dicen que llegó a
chupársela a un millar de hombres uno detrás de otro… Posiblemente
falacias, y disculpen el juego de palabras con falo.
Próxima entrega:
La famosa prostitución sagrada de Babilonia.
Qué interesante, gracias ^^
ResponderEliminarInteresante, como siempre. Aprovecho para comunicarte que has ganado un Premio Liebster. Más información aquí:
ResponderEliminarhttp://landromina.blogspot.com.es/2013/01/landromina-premio-liebster.html
Siempre está bien saber estas cosas...por cierto, le acabo de echar un piropo a tu juego, espero que te guste.
ResponderEliminarhttp://muertograma.blogspot.com.es/
Leído y contestado ¡Gracias!
EliminarMuy buena la entrada, hace tiempo que encontré (por suerte) este blog y he de darte mi más sincera enhorabuena, me encanta.
ResponderEliminar¡Mucho ánimo!
Hola, cuando dices en el segundo párrafo Tania, ¿ te refieres a la Tanit cartaginesa?
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