Aún sin salir de Francia, hay otro lugar que se presenta para muchos como candidato para albergar las riquezas perdidas de los templarios.
Rennes le Chateau es un pueblo del departamento francés de Aude, en el Languedoc. Está muy cerca de la frontera española, (algo más de 100 km.) lo cual le dio en el pasado más de un quebradero de cabeza: Alfonso II de Aragón reivindicó el territorio en el siglo XII, y Enrique de Trastámara lo arrasó en 1362. Entre uno y otro, sufrieron también las consecuencias de la cruzada contra los cátaros promovida por Inocencio III y orquestada por Simón de Montfort. Si se acercan un fin de semana en plan turista no se sentirán defraudados: Muy conscientes de que están de moda (al menos, lo estaban mientras duró la fiebre del “Código da Vinci” de Dan Brown) el visitante curioso encontrará muchas librerías esotéricas, podrá visitar la iglesia parroquial llena de supuestas claves ocultas y curiosear en la casa museo del protagonista de nuestra historia: el párroco Francois-Bérenger Saunière.
Sauniere se hizo cargo de la parroquia de Rennes le Chateau en 1885, con 33 años de edad. Era un joven sacerdote muy culto y no menos leído, que había sido “desterrado” a tan miserable destino por envidias o desavenencias con sus superiores. Nunca se supo muy bien (ya se sabe que la Iglesia es muy celosa con sus cosas). Hasta algunos dicen que provocó su traslado para poder investigar a gusto en la zona... Sea como fuere, se encontró con un pueblo miserable perdido en las montañas y una iglesia prácticamente en ruinas, que enseguida se puso a restaurar (más que nada, para que el techo no se derrumbase sobre sus feligreses mientras les daba misa). Y aquí terminan los hechos demostrables y empieza la especulación: Se dice que Sauniere encontró unos documentos antiguos escondidos dentro de un pilas carolingio. ¿Qué decían esos documentos? Hay muchas versiones, principalmente dos:

La segunda, menos conspiranoica aunque no menos fantasiosa, que Sauniere encontró el mapa de un tesoro: El de los cátaros, dicen unos. El de los templarios, afirman vehementemente otros. Los que afirman eso apuntan incluso donde estaba el tesoro: en una tumba de piedra solitaria en mitad de los campos, no muy lejos del pueblo. Una tumba que el pintor Nicolas Poussin pintó en 1647 en su cuadro “Les bergers d´Arcadie”. Sauniere realizó una visita relámpago a París sólo para estudiarla a profundidad en el Louvre, donde se encuentra aún hoy expuesta, y encargó una copia “lo más rigurosa y fiel posible” (que estamos en 1885 y no hay fotocopiadoras, y las fotografías no son muy nítidas ni detallistas que digamos...)
Cojan la teoría (y su variable) que más les guste: Sea como fuere el buen párroco nadó en la abundancia a partir de entonces: De repente tenía dinero para todo: Para restaurar (de hecho, reconstruir y redecorar a su gusto) la iglesia parroquial (con un gusto bastante quish, pero bueno...), mandar construirse una villa donde vivir a todo lujo (Ville Bethanie) e incluso excentricidades como hacer construir un edificio pseudomedieval (la Torre Magdala) que albergaba su biblioteca personal.
A su finca empezaron a llegar visitas: carruajes lujosos, los primeros y excéntricos coches... gente de dinero, que era agasajada por el párroco. Se habló de fiestas privadas. Y no precisamente santas.
Cuando los rumores (de hecho, las protestas) eran ya imposibles de acallar el párroco fue investigado por el tribunal eclesiástico de Carcassonne y relevado de su cargo como párroco del pueblo. Pero él siguió dando misas en su capilla privada, a la que acudían la mayoría de sus feligreses.
Murió en 1917. Dicen que el sacerdote que escuchó su última confesión salió de la habitación blanco como el papel, negándose a darle la absolución. Su criada de toda la vida (y muy posiblemente su amante) Marie Dernanaud heredó todas sus posesiones. Esta buena mujer, en su vejez, prometió a la familia que la cuidaba que antes de morir les confesaría un secreto que les haría inmensamente ricos. Pero sufrió una apoplejía, y murió en 1953 sin poder articular palabra... ni revelar sus secretos.

Sea como fuere, si van a Rennes le Chateau con el pico y la pala... escóndanlos bien y que no se les vea cavar: una normativa municipal prohíbe excavar en los terrenos del municipio desde 1965. Y no se lo toman precisamente a broma.
Así que ustedes verán...
Efectivamente, a ésta historia me refería en el comentario de la entrada anterior. Menuda historia. Sin duda da para muchas aventuras roleras de cualquier ámbito (antigua y actual).
ResponderEliminarPor cierto, ¿no es ese el demonio, el de la foto, cuya cabeza ha sido cercenada (y robada, claro)?
Un saludo :)