jueves, 4 de julio de 2019

Minorías malditas de España 4. Los Maragatos



Se supone que el término “Maragato” procede del latín “mauricatus”, cuya traducción sería “hecho moro” o “morohablante”. Así se llaman los pobladores de la comarca de la Maragatería, en León, que ha adoptado el nombre de sus habitantes, y no al revés como es habitual, ya que esa tierra, hasta el siglo XVI. Recibía el nombre de “La Somoza”. Otra explicación señala que el nombre procede del latín “mauri capti”, es decir, moros cautivos. Y una tercera (por más sencilla quizá la más fiable) afirma que su nombre no tiene nada que ver sobre su supuesto origen, sino sobre las “maragas” o “baragas” (bragas) que llevaban, con lo que “maragato” sería simplemente “portador de maragas”. No se me sonrían, que la braga era como se llamaban los calzones masculinos, antepasados de nuestros pantalones. De “braga” procede el término bragueta y decir “hombre bien bragado” quería decir ser un hombre valiente. Que quizá fuera la definición correcta del término maragato. Luego volvemos a esto.

Sobre el origen de los maragatos la explicación más común es que son descendientes de musulmanes. Así lo explicó el arabista francés Reinhart Dozy en el siglo XIX, apuntando que podían tratarse de descendientes de bereberes, aislados en la zona de Astorga desde tiempos del rey Fernando I de León en el siglo XI.  Ya en el siglo XX el catedrático Jaime Oliver Asín reforzó la teoría magrebí de Dozy, citando a una tribu bereber en concreto: los baragwata, que hacia el siglo VIII emigraron de sus tierras estableciéndose primero en Al Andalus y luego al oeste de Astorga, siendo sus descendientes los maragatos. Sin embargo estudios recientes descartan el origen norteafricano de los actuales maragatos: No tienen mayor porcentaje de ADN marroquí que los que tienen otros pueblos de la península (El nombre completo del estudio, por si quieres buscarlo es “Mitochondrial DNA characterisation of European isolates: the Maragatos from Spain”. Sus autores son Larruga JM, Diez F, Pinto FM, Flores C, Gonzalez AM.)

¿De dónde proceden pues los maragatos? Dejando aparte la tesis africana, hay varias teorías más, a cada cual más peregrina:

Fray Martín Sarmiento, un erudito monje benedictino que en el siglo XVIII apuntó en su texto “Astorga: descripción de la Maragatería” que Maragato procede de "maurellos" o "mourellos" que serian mauritanos que antes de la dominación romana emigraron a la peninsula ibérica con las tropas cartaginesas y que se instalaron en la zona de Astorga, hacia el siglo III antes de Cristo.

Una explicación popular (y poco fundamentada) apunta su origen a visigodos de la época de don Rodrigo, que ante la conquista musulmana del siglo VIII se convirtieron al islam, siendo despreciados por sus vecinos. De ahí vendría el mote, que amalgama las palabras de “moro” y de “godo”

El catedrático de de la Universidad de León Laureano Rubio sostiene que el termino procede del transporte de pescado en salazón que realizaban los arrieros de esta comarca desde Galicia a Madrid, o lo que es lo mismo desde el mar a los gatos. De “mar a gato”, es decir, maragatos.

Otros, menos imaginativos, señalan que el término no aparece en los textos anteriores al siglo XIV, y puede ser una corrupción de “mercator”, es decir, mercader.

Aunque se considera que la capital de la Maragatería es Astorga, en realidad la comarca maragata se encuentra al oeste de la ciudad, en los lindes del monte Teleno. No en vano a la zona se la llamó, hasta el siglo XVI “la Somoza” (posiblemente de “sub-montia”, bajo el monte). La Maragatería propiamente dicha la componen una treintena de pueblos y aldeas (Brazuelo, Castrillo de los Polvazares, Lucillo, Luyego, Rabanal del Camino, Santa Colomba de Somoza, SantiagoMillas, Val de San Lorenzo, Lagunas, Quintanilla, Villalibre de Somoza entre otros) que ya en el siglo XIII disfrutaron del privilegio de “hermandad propia” (unión de los diferentes concejos municipales), concedido por Alfonso X en Burgos en 1270 y ratificado por Alfonso XI en 1336.

Esta tierra, escarpada y poco propicia para agricultura y ganadería, hizo que los de la zona se dedicaran principalmente a la artesanía y al transporte de mercancías, principalmente entre Galicia y Castilla, aprovechando la antigua vía romana que une Astorga con Lugo, donde tomaban la “Vía de la Plata” hasta Madrid. También aprovecharon las rutas del Camino de Santiago para llevar sus mercancías a Asturias, Cantabria y el norte de Castilla. Solían llevar en sus carromatos pescado en salazón de Galicia y carbón de Asturias, que vendían en las tierras del sur comprando productos de matanza (sobre todo embutidos) y productos de secano, que con los que comerciaban en el norte. Se hicieron famosos por la fiereza con la que protegían sus cargamentos de bandidos y ladrones, y por ser fieles a su palabra dada en los contratos: Tenían fama de que se les podía entregar cualquier mercancía valiosa, aunque fuera oro molido, que lo transportarían sin hacer preguntas... ni efectuar sisas. Posiblemente para cimentar su fama y ser fácilmente reconocidos empezaron a vestir de manera muy particular: Sombrero negro de ala ancha, chaleco y armilla (chaquetilla sin mangas), bragas (calzones) de color negro y polainas de paño.

El transporte y comercio de mercancías enriqueció a las familias maragatas, en una sociedad en la que, tras la expulsión de los judíos, la riqueza estaba relacionada con la nobleza y la ostentación. Los maragatos ni eran lo primero ni alardeaban con lo segundo. El oficio de arriero les condujo a desarrollar familias extensas, de padres e hijos pero también de tíos y primos, que la mayoría de las veces vivían juntos en la gran casa arriera maragata (de piedra, con un gran patio central dond se guardan carromatos y animales y pocas o ninguna ventana al exterior). La mayoría de los hombres estaban en los caminos la mayor parte del año, las mujeres se quedaban gobernando la casa y sus posesiones.

Al ser ricos pero plebeyos sus vecinos empezaron a mirarlos con envidia, y pronto empiezan a surgir las habladurías entorno a estas gentes: Es a partir del siglo XVI cuando se generaliza el nombre de maragato, al principio como insulto (para relacionarlos con los moros, es decir, no ser de “sangre limpia” ni “cristianos viejos”) y que el colectivo adopta como señal de identidad. Se les acusa igualmente de judíos, de ladrones y mentirosos, de herejes luteranos (pues no se ganaban el pan trabajando, sino comerciando, a la manera de los flamencos). Se dice de sus mujeres que nunca se peinan una vez casadas, que todos los hombres son borrachos, que sus casas son tan sucias que más bien parecen porquerizas... entre otras lindezas. No ayuda a eso que tengan costumbres propias, como la “boda maragata” (que dura dos días, con boda y tornaboda), la “fiesta del arado” (una especie de carnaval en la que los hombres se visten de mujeres) o la “Covada” (en el que el marido suplanta a la madre tras el parto, metiéndose en la cama junto al recién nacido). Por último, al desarrollar unas lineas de parentesco extensas cayeron poco a poco en al endogamia, negándose a relacionarse con gentes ajenas a sus clanes familiares arrieros, aunque fueran labradores o artesanos de la misma comarca. Eso los hizo marginarse aún más. Con todo, justo es decir que jamás sufrieron persecución alguna más allá de la maledicencia, no como otros colectivos de la península.

La llegada del ferrocarril supuso el fin del monopolio comercial de los maragatos. Los más emprendedores emigraron a América (sobre todo Argentina y Uruguay), otros se instalaron en las ciudades para continuar desde allí sus negocios. Hoy la presencia maragata queda solo en algunos museos locales y en fiestas muy puntuales, en las que se saca del armario el traje maragato típico, ya convertido en más disfraz que otra cosa.



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