martes, 29 de mayo de 2018

Las Sectas (o Iglesias) Satánicas. 4. (y último). La Wicca (Brujería tradicional)






Mis buenas amigas wiccanas me van a  dar de collejas hasta en el DNI por incluir su religión en esta relación de sectas satánicas, pero en fin... No es por vosotras chicas, es por la creencia popular, que la gente no se entera. A ver si les informamos un poco. No me lancéis mal de ojo que me he echado una protección de espejo. Y recordad la ley de tres, leñe...

Para empezar... NO. Las (y los, que los hay) practicantes de la Wicca NO ADORAN AL DIABLO. Aunque lamentablemente, existe la idea comúnmente aceptada de que sí. Ya saben, brujas escoba, besarle el culo al macho cabrío...

Según sus practicantes, las raíces de la Wicca se encuentran en el Neolítico. Son las creencias “paganas” del culto a la fertilidad, anteriores al cristianismo, e incluso a la religión oficial romana (¿de dónde creen que deriva el término “pagano”? ¡Del latín “pagus”, que significa “campo”!) En las civilizadas ciudades se podía rezar a la religión oficial... pero en el mundo rural la situación era muy distinta. Convenientemente romanizadas primero y cristianizadas después, estas creencias se han mantenido hasta tiempos más recientes de lo que se piensa. Estas creencias solían ser despreciadas por la élite culta, que las tachaba de supersticiones campesinas, propias de mentes incultas que no comprendían los dogmas del pecado original, la virginidad de la Madre de Dios o el concepto de la Trinidad (ya saben, tres personas distintas y un solo Dios verdadero... No pretendan que se lo explique que yo tampoco lo entendí jamás. Y el padre Martín que nos daba la catequesis creo que tampoco. Se limitó a decirme en confianza que “en el Cielo lo entendería”)
La gente “rústica” no entendía pues los dogmas cristianos, pero veía día a día la fuerza de la naturaleza, veía las plantas morir cada invierno y renacer cada primavera, y le era más comprensible un culto basado en las fuerzas de la naturaleza, de la vida y de la muerte como parte de un ciclo de reencarnación. La Iglesia terminó asimilándolos con una política de palo y zanahoria: Por un lado, cristianizando los lugares sagrados, las romerías y ciertos ritos. Por otro, castigando con dureza a “las brujas” (y brujos, claro) como adeptos al Diablo. Vieja y socorrida idea sacada del judaísmo, que consideraba  demonios a todos los dioses que no eran el suyo...

Con todo, no nos confundamos: La Wicca (masculino, en femenino se dice Wicce, precedentes etimológicos en inglés antiguo de “Witch”) NO es la brujería antigua y medieval europea. Entre otras cosas, porque es difícil reproducir unos ritos y unas creencias de los que hay poco escrito... y lo que hay, salido de la pluma de los enemigos de esa religión.

La Wicca tan y como la conocemos hoy se debe en buena parte a Gerald Gardner, un funcionario retirado que en 1954 publica su libro Witchcraft Today (Brujería de hoy), cuya doctrina completa con su otro libro “The Meaning of Witchcraft” (El significado de la brujería) en 1959.  No es casual que sus libros salgan precisamente en la década de los 50. En 1951 fue abolida la última “Witchcraft Act” (Legislación de Brujería) existente en Gran Bretaña. Aunque databa del año 1735, leyes contra la brujería existían en Inglaterra desde el reinado de Enrique VIII (sí, ese de las seis esposas). Esa ley del siglo XVIII no condenaba a nadie a morir en la hoguera, pero sí castigaba a los autodenominados “brujos” a multas económicas, cárcel e incluso destierro.
Gardner apunta en sus libros que las tradiciones brujeríles se habían ido transmitiendo oralmente y en secreto, y él mismo había sido iniciado por el covenat (aquelarre) de brujas de New Forest, en Hampshire. Con todo, confesó que buena parte de los rituales estaban incompletos y él los había “reconstruido”.

No tardaron en salirle detractores, claro: Aidam Kely (antaño seguidor de Gardner) confesó en los 90 que los rituales de la Wicca fueron integramente inventados por Gardner, con poca o ninguna inspiración en los rituales ancestrales. De hecho, estos rituales recuerdan demasiado a la “Alta Magia” (o Magia ceremonial) de Eliphas Levi o Alberto Magnus, con toques de órdenes ocultistas e inciáticas como la Golden Down (que tampoco es tan raro teniendo en cuenta que  Aleister Crowley y Gardner habían sido amigos)

Cierto es que antropólogos serios como Margaret Murray, Robert Graves y Sir James Fracer apuntan en sus textos la existencia de un culto matriarcal prehistórico cuyas sombras y restos serían la brujería rural. Pero es dudoso que los rituales del aquelarre con el que contactó Gardner procedieran directamente de la prehistoria. Más bien, como señala Phillip Hesenton y sobre todo Doreen Valiente (que fue colaboradora de Gardner) ese aquelarre procedía de las iniciativas románticas de finales del siglo XIX en las que se ensalzaba la figura de la bruja y la brujería como contra-cultura libre, enfrentada a la Iglesia opresora. Isaac Bonewits incluso afirma que el resurgir práctico de la brujería no se produce hasta la década de 1920, cuando “algunos folcloristas se unieron con algunos rosacruces de la Golden Dawn y con supuestos brujos tradicionales familiares para producir el primer coven moderno en Inglaterra, y unieron de forma ecléctica las distintas fuentes que pudieron encontrar con el objetivo de reconstruir su pasado pagano”

¿En qué consisten exactamente las creencias wiccanas hoy en día? Bueno, al ser una religión descentralizada es difícil responder a esta pregunta. Las variantes más populares de la Wicca son la hereditaria, chamánica, gardneriana, alexandriana, céltica, tradicional, diánica-feminista, faerie y ecléctica... y seguro que me dejo más de una. Eso, sin contar las variantes locales. 

Con todo hay varios puntos en común en el credo de todos los wiccanos:
La más importante ley de esa religión es “Haz lo que quieras, sin hacer daño a los demás”. Cada persona puede vivir su vida en armonía, sin lastimar o dañar a otros. Ni meterse en sus vidas si no es invitado a ello,
También es común la “Ley de Tres”: “Aquello que hagas, tanto bueno como malo, te será devuelto por tres veces”.
Se usa magia, pero siempre blanca, en forma de bendiciones, nunca maldiciones ni mucho menos magia negra.
Tampoco creen en un Cielo o Infierno, sino en la reencarnación, y no tanto como un premio o un castigo sino como parte de un eterno ciclo vital de Muerte y Vida. 
Establecen una conexión espiritual con la Naturaleza entendida como “Gaia”, el espíritu vital de la Tierra.

Por ello, la mayoría de los cultos wiccanos que conozco están preocupados por el medio ambiente, el cambio climático y la preservación ambiental. Son ecologistas, muchos de ellos veganos y nudistas, para sentir así mayor conexión con la madre naturaleza. Y evidentemente, feministas. Suelen practicar el poliamor (como llaman ahora a esto del amor libre de mis tiempos mozos)

Celebran el día del Orgullo Pagano Mundial (el 20 de septiembre), aunque son mucho más importantes para ellos el Samhain (31 de octubre) o la fiesta de Yule (Solsticio de Invierno, 20-23 de diciembre)

En el Estado Español la Wicca está reconocida legalmente como Confesión Religiosa desde el 23/12/2011 (ya es casualidad, en plena festividad de Yule)



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