domingo, 30 de diciembre de 2018

La Historia tras la Leyenda 7. Roque Guinart



Nos lo encontramos en la segunda parte del Quijote, en concreto en los capítulos 60 y 61.  Camino de Barcelona, Quijote y Sancho se encuentran con un grupo de bandoleros liderados por Roque Guinart. Éste ha oído hablar del Quijote y sus locuras, pero a diferencia de la mayoría de los personajes con que se tropieza el ingenioso hidalgo no se burla de él, sino que lo trata con honor, decencia y respeto. Bastante más que lo que hacen, en el mismo libro, los duques y su corte. Cervantes presenta al bandolero como un hombre con honor, empujado a la delincuencia por leyes y gobernantes injustos, pero que pese a todo es un fiel vasallo del rey y trata de ayudar a sus semejantes y hacer el bien. El típico “Robin Hood”, para entendernos.
La cosa tiene su miga cuando nos enteramos que es un personaje rigurosamente histórico. Incluso hay quien apunta que Cervantes pudo llegar a conocerlo en persona, o (más probable) que le hablase de él su mecenas, el duque de Lemmos, por aquel entonces virrey de Nápoles, que sin duda lo conoció.

Perot Rocaguinarda (su nombre auténtico) viene al mundo en Oristà, Osona (Barcelona), en 1582. es el quinto de siete hermanos, y aunque nace en familia campesina con ciertos posibles (es decir, que son dueños de la tierra que trabajan, el “Mas Rocaguinarda” cuyas ruinas aún pueden visitarse) la costumbre y el sentido común dictan que será el primogénito (“l´hereu”) el que herede las propiedades familiares. El resto de los hermanos han de buscarse la vida como buenamente puedan... o vivir como simples jornaleros para el hermano mayor. Como esto último no le agrada en 1601, con 19 años, se instala en la ciudad de Vic con la idea de aprender un oficio. Pero lo que hace es ingresar en la hueste de  Carles de Vilademany, jefe de los “Nyerros” de la ciudad, en oposición a
Francesc de Robuster i Sala, obispo de la ciudad y cabeza visible de los “Cadells”.

¿Qué eran los “nyerros” y los “cadells”? Pues nada menos que los dos bandos de un conflicto que dividió y desangró Cataluña entre el último tercio del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII (aunque sus  raíces se remontan al siglo XIII). Todo empezó con una disputa de Tomás de Banyuls i Llupiá, noble y señor de Nyer, (en la comarca del  Conflent, búsquenla arriba en el mapa que desde 1659 pertenece a Francia). Por ser de Nyer, a sus partidarios se les llamaba “nyerros”. Pues lo que decía, que el buen hombre estaba peleado con un vecino suyo, el tanto o más noble barón de Arseguell, Joan Cadell i Solanell. Por apellidarse “cadell” (cachorro) ya tenemos mote para el otro bando del conflicto. Lo que empezó siendo una simple disputa local acabó convirtiéndose en la práctica en una guerra civil, con los nyerros defendiendo los intereses de la nobleza rural y los cadells los del patriciado urbano. Ambos bandos iban ostentosamente “uniformados” (al menos, cuando les convenía): Los nyerros, sombrero rojo y una larguísima capa, así como una marca con la figura de un lechón en la guarda de su cuchillo. Los cadells, por su parte, lucían una insignia con la imagen de un cachorro de perro.  Algunos historiadores han querido ver inclinaciones de los nyerros hacia el estado francés y de los cadells hacia el rey de España, pero es una traducción muy simplista de los hechos. En la práctica en 1640 ambos bandos se sumaron a la revuelta anti española de la guerra “dels Segadors.”
La lucha entre nyerros y cadells tenía su vertiente política, en la que los defensores de ambos bandos trataban de lograr que se promulgaran leyes y edictos favorables a su causa... y una vertiente violenta. Los partidarios de ambos bandos atacaban a sus rivales, en las ciudades... y sobre todo en el campo: Quemar las cosechas de los partidarios del bando rival, robar su ganado, asaltar las caravanas de mercancías y robar (perdón, “cobrar peaje”) a los viajeros que pasaran por sus territorio. Para los integrantes más agresivos de cada bando se convirtió en su medio de vida. Y así se crearon los “bandoleros” catalanes. (que se sentían muy insultados si se les llamaba simples bandidos o asaltantes de caminos, por mucho que en la práctica eso es lo que fueran). Estos bandoleros catalanes no decían “la bolsa o la vida” como pasa en las novelas románticas y en las películas: Aullaban “A carn! A carn!” (“A carne”, equivalente a decir “A muerte”) lo que tenía como resultado que sus víctimas no se resistiesen y suplicasen piedad. Normalmente les era concedida: el mercader que es asaltado un día y queda con vida puede reunir más diero para ser robado otro. En la teoría, los que eran partidarios del bando asaltante y mostraban su emblema no eran robados, o se les cobraba una cantidad simbólica “como ayuda a la causa”. En la práctica dependía del día y de cómo les fueran las cosas a los bandoleros en cuestión aquel mes. ¿Y los neutrales, los que no pertenecían ni a un bando ni a otro? me dirán algunos. Pues esos, evidentemente, eran esquilmados por ambos bandos.

El joven Rocaguinarda se zambulle de lleno en el conflicto, en el que que se siente muy cómodo, quizá demasiado: a los 20 años (1602) participa en el asalto al palacio del arzobispo de Vic (líder de los cadells, como ya se ha dicho). Va escalando puestos en el escalafón del bando nyerro sobre todo a partir de 1605, cuando el virrey de Cataluña, el italiano Héctor de Pignatelli y Colonna, duque de Monteleone, crea en la ciudad de Vic la Unió o Santa Germandat contra los bandoleros. Los nyerros urbanos (y en menor medida, los cadells) han de elegir entre poner fin a sus actividades... o huir al campo y proseguir allí con ellas. Rocaguinarda opta por lo segundo, organiza una cuadrilla y a partir de 1607 se convierte en uno de los bandoleros más famosos del territorio, Es en esta fecha cuando se le declara enemigo del reino y se ofrece por su captura una recompensa de 1.000 libras. Pero no solo no es capturado, sino que logra dar muerte al comisario especial Francesc Torrent dels Prats, que tenía órdenes de capturarlo vivo o muerto. El escenario de sus acciones suelen ser las comarcas de Osona, la Garrotxa, el Ripollès, la Cerdanya, el Berguedà, el Bages, el Vallès y la Conca de Barberà, aunque no se limita a ellas y más de una vez se le ha visto paseando por la mismísima Barcelona, donde tiene la residencia el virrey que ha puesto precio a su cabeza. Rocaguinarda tiene poderosos aliados. El abad del monasterio de Ripoll requiere sus servicios para enfrentarse al bandolero cadell “Trucafort” (alias de  Gabriel Torrent de la Goula), y los agustinos de  Sant Joan de les Abadesses lo contratan como brazo armado frente al obispo de Vic (Francesc de Robuster i Sala, que ya se ha citado más arriba).
El núcleo duro de la banda de Rocaguinarda está formado por Joan Gili ("Janot"); Jaume Alboquers, ("El Escolanet de Polinyá") y Gabriel Galí ("Barceló"), pero puede reunir una fuerza más o menos numerosa cuando la ocasión lo requiere, como sucede en febrero de 1610, cuando asedia Vic con un ejército campesino de más de 200 hombres, para imponer la hegemonía de los nyerros en la ciudad y bajarle los humos al obispo. Manda derribar las puertas de la muralla, pero con un gesto muy suyo prohíbe a los suyos entrar a saquear la ciudad. Al año siguiente realiza un acto similar:  Saquea la iglesia de Balanyà pero a continuación lo devuelve... a cambio, eso sí, que el obispo le levante la excomunión que, por hereje, pesaba sobre él. 

En 1611 cesa en el cargo de virrey de Cataluña el duque de Monteleone, y su sucesor, el arzobispo Pedro de Manrique, inicia un acercamiento con el bandido, ofreciéndole el indulto a cambio de servir al rey en la milicia... y fuera de territorio catalán. Demasiados enemigos tiene el bandolero para que se quede en Cataluña. Rocaguinarda tiene 29 años y para sorpresa de muchos acepta, afirmando que él “no luchaba contra su rey sino contra el mal gobierno”
¿Por qué aceptó el indulto Rocaguinarda, en la cúspide de su carrera como bandolero, cuando era más amado por su gente? Posiblemente porque sabía que no podía salir con bien de esa situación de otro modo... cosa que así sucedió. Aquellos que, como Joan Sala “Serrallonga” (el otro bandolero famoso del bando de los nyerros) no aceptaron el indulto fueron ejecutados o muertos en combate contra las tropas del rey o los miembros del otro bando (que a veces eran los mismos).

Las condiciones para el indulto de Rocaguinarda incluían abandonar Cataluña (y la península ibérica) en menos de 22 días, alzando banderín de enganche para reunir una compañía (con lo que todos los bandoleros que habían servido a sus órdenes pudieron acojerse con él al perdón real) y, como capitán de la misma, servir al rey en Italia o Flandes durante al menos diez años. Rocaginarda, que no era tonto, eligió el primer destino, por ser mucho más cómodo, y al parecer le gustó Nápoles, donde estaba acantonado el tercio (y era virrey el duque de Lemmos, mecenas de Cervantes). Hay documentos escritos de que en 1635 seguía residiendo en dicha ciudad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario