miércoles, 30 de enero de 2019

La Historia tras la Leyenda 8. (y último) Blancanieves



Todo el mundo conoce el cuento de Blancanieves... O, al menos, la versión “lalala” de Disney, estrenada en 1937... Que, sinceramente, en ocasiones se aleja bastante del cuento original.
Éste se publicó en 1812 por parte de los incombustibles hermanos Grimm. Su título original “Schneewittchen” significa, (oh casualidad), “Blancanieves”.  El idioma alemán, ya se sabe...

La protagonista es una hermosa y dulce princesa “de tez blanca como la nieve, labios rojos como la sangre y pelo negro como el ala del cuervo”, cuya madre muere al poco de dar a luz. El rey su padre se vuelve a casar con una hermosa mujer que es en realidad una poderosa hechicera, muy vanidosa, que consulta siempre a un espejo mágico sobre quién es la más bella del reino... y el espejo siempre le contesta que ella... hasta que Blancanieves cumple 17 años y el espejo ha de admitir que la princesa es mil veces más hermosa que su madrastra. Ésta ordena a un cazador que se la lleve “de paseo” al bosque y la asesine, y que le traiga su corazón... así como el hígado y los pulmones (empiezan los recortes de la historia por parte de Disney). El cazador se apiada de ella y la deja escapar. A cambio entrega a la reina las vísceras de un jabalí joven, que ella hace cocinar y devora con gran deleite,

Blancanieves acaba en casa de siete enanos mineros, que la acogen y la protegen,,, pero no gratis. A cambio Blancanieves ha de limpiar, cocinar, hacer las camas, lavar, coser, tejer y, en suma, mantenerlo todo limpio y ordenado. Vamos, que la tienen de criada (por no decir esclava) sólo a cambio del alojamiento y la comida. En la excelente novela gráfica “Fábulas” de Bill Willingham también es obligada a acostarse con los enanitos... pero no entremos en eso.

Cuando la reina malvada descubre que Blancanieves aún está viva trata de asesinarla... Y no lo intenta una vez sino tres (más recortes de la película). Primero con un disfraz de buhonera, ofreciéndole a Blancanieves cintas para el pelo (y, ya puestos, estrangulándola con una). Pero cuando los enanos vuelven a la casa le desatan la cinta y Blancanieves revive.
La madrastra lo intenta una segunda vez disfrazada de vendedora de peines, ofreciéndole un peine de púas envenenadas. Nuevamente cree que la princesa está muerta, pero los enanos al regresar logran hacerla revivir de nuevo.
Como a la tercera va la vencida, esta vez lo intenta disfrazada de anciana, ofreciéndole una manzana envenenada. Y la princesa “pica” por tercera vez (la verdad es que es una niña un poco tonta ¿no?). Y ya saben: los enanos le fabrican un ataúd de cristal, un príncipe (un poco necrófilo, la verdad) la ve y se enamora de ella, ordena a sus sirvientes se lleven a su castillo el ataúd, los enanos como que nones, en el forcejeo el ataúd se cae... y el trozo de manzana envenenada que Blancanieves tenía en la garganta salta, haciendo que la princesita reviva por tercera vez.

El final del cuento clásico puede que sorprenda a más de uno: El príncipe (que lo es de un reino vecino) se casa por todo lo alto con Blancanieves... e invitan a la boda a la madrastra. Ésta no sabe la identidad de la novia, y cuando se da cuenta que es una trampa ya es demasiado tarde. Como castigo por haber intentado asesinarla tres veces la obligan a bailar para ellos tras la boda. Me dirán ustedes que es poco castigo.... y les contestaré que para hacerle bailar le calzan unos zapatos de hierro calentados al rojo vivo en la fragua, por lo que bailar, no sé yo si baila, pero saltos y alaridos, un rato... Y así hasta que cae muerta. Y es que los cuentos de hadas tradicionales hoy serían clasificados para adultos.


Según el investigador Karlheinz Bartels el cuento está inspirado en un hecho real: En concreto, en la desgraciada vida de la princesa   Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal, nacida en Lohr (Franconia alemana) en 1725. Su padre, el condestable  Philipp Christoph von Erthal, casó en segundas nupcias en 1743 con  Claudia Elizabeth Maria von Venningen, condesa de Reichenstein, también viuda. Aprovechando que él, por motivos diplomáticos, estaba ausente muchas veces de su casa, ella dio prioridad a los dos hijos que tenía de su primer matrimonio, en detrimento de María Sophia, a la que sometió a vejaciones y maltratos (más psicológicos que físicos, que estamos entre gente de la aristocracia). María Sophia era, además, de salud delicada y prácticamente ciega debido a la varicela que sufrió de niña. Era muy querida por el pueblo, ya que realizaba numerosas obras de caridad. Los “siete enanitos” serían siete niños que trabajaban en las minas, prematuramente envejecidos por su duro oficio, a los que ella habría favorecido. Por haber, había hasta un “espejo mágico” en el castillo: Mide 1´60 m. y si tiene curiosidad se exhibe en el museo Spessart, en la misma localidad de Lohr. Presenta una gran limpidez en su superficie (algo inusual en la época) y por ello se dice de él que es “un espejo parlante”, ya que siempre dice la verdad, tanto para bien como para mal. No hay final feliz para esta historia: la “princesa” terminó muriendo muy joven, algunos dicen que envenenada. Y no hubo príncipe que la rescatase de la muerte.

De todos modos no se me entusiasmen: El historiador alemán Eckhard Sander afirma que, de estar inspirado el personaje en alguien, fue en la condesa Margaretha von Waldeck, hija de Felipe, cuarto conde de Waldeck, que vivió en la primera mitad del siglo XVI y que sufrió la estricta disciplina de su madrastra, Katharina von Hatzfeld. A los dieciséis años fue enviada por su padre a Bruselas, a la corte de María de Hungría, donde tuvo un romance con el príncipe de España, Felipe II (que entonces estaba de bastante buen ver), con el consabido escándalo, ya que ella era luterana y todo eso... La cosa se solucionó por la vía rápida. La envenenaron a los veintiún años de edad. Ya se sabe, muerto el perro, se acabó la rabia.

Lo que ambos eruditos obvian muy convenientemente es que versiones anteriores del cuento (o muy similares) se conocían ya por lo menos desde el siglo XVIII. La más popular cambia los enanitos por ladrones (y no precisamente amables), y el espejo mágico por la luna, que es a la que le pregunta la reina malvada si es la más hermosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario