jueves, 30 de mayo de 2019

Minorías malditas de España 3. Los Gitanos





El sustantivo  “gitano”, como se les conoce en España, es una corrupción de “egipciano”, es decir, procedente de Egipto, de donde los españoles del siglo XV (que fue cuando los gitanos entraron en la península) creían que procedían los gitanos. Por el mismo motivo en Francia se les llamaba antiguamente “bohémiens” o boumians” (es decir, bohemios) ya que entraron en el país galo con un salvoconducto del rey de Bohemia. Pero el término más común para llamarlos en Europa es “zíngaros”: (posiblemente del griego azinganos, literalmente “intocable”). Así se les conoce en Alemania (zigeuner), Francia (tzigane o tsigane), Italia (zingaro), Portugal (cigano), Turquía (cingeney). Los gitanos europeos prefieren para sí el término “romaní” o “rom” (que significa “hombre”); los españoles, a menudo se refieren a sí mismos como calé (que se puede traducir por “el que habla caló”, su lengua propia, aunque los hay que dicen que calé procede del indostaní  “kâlâ”, que significa simplemente “negro”.

¿De dónde procede este pueblo que en la Edad Media irrumpió en Europa? Se les ha considerado descendientes de Caín, o de la estirpe de Cam, el hijo maldito de Noé. Otras tradiciones remontan sus orígenes a magos caldeos de Siria, e incluso a hebreos que se negaron a  seguir a Moises a la Tierra Prometida y se pusieron a dar vueltas por el mundo a su aire. Se ha dicho que un gitano forjó los clavos con los que crucificaron a Cristo, trayendo la maldición a todos los suyos (pero los gitanos dicen que nanay, que ellos lo que hicieron fue robar los clavos originales, por lo que robar no es pecado para ellos).

Mitologías aparte, ya en el siglo XVIII un estudio exhaustivo del idioma romaní demostró que se trataba de una lengua de origen indico, emparentada con el  panyabí o el hindi occidental. Es decir, que el origen del pueblo gitano se encuentra  en el noroeste del subcontinente indio, en la zona en la que actualmente se encuentra la frontera entre los estados actuales de India y Pakistán. Esta teoría ha sido respaldada, ya más recientemente, con estudios genéticos.
No hay una respuesta clara sobre el motivo de la diáspora del pueblo gitano. Algunas teorías sugieren que pudieron ser individuos de una casta inferior, reclutados y obligados a luchar al oeste contra el avance musulmán. O quizá fueron conquistados por los musulmanes, esclavizados y enviados al oeste, donde formarían una comunidad cerrada y con el tiempo emigrarían huyendo de sus captores (esta hipótesis está respaldada por una crónica de Mahmud de Ghazni, que informa de la captura de 50.000 prisioneros durante una invasión turco-persa del Sind y del Punyab). La “Crónica Persa”, de Hazma de Ispaham, menciona a un pueblo de músicos que el rey de Persia solicitó al rey de la India hacia el siglo X. El Sahnameh (“Libro de los Reyes”) del poeta Firdusi, datado en 1010, nos da más datos: Este pueblo se llamada Zott (o Rom, o Dom, que de las tres maneras aparece en la crónica), y en número de 12.000, hombres y mujeres, partieron desde su patria junto al río Indo para entretener al rey de Persia Behram con sus cantos, sus bailes y sus espectáculos. El rey Behram les dio trigo, animales y tierras en las que vivir, para que así pudieran entretener gratuitamente al pueblo. Pero tras un año estas gentes habían malgastado lo que les dio el rey, sin labrar la tierra ni cuidar el ganado, por lo que el rey les condenó a vagar por los caminos, viviendo de la caridad, ya que eran incapaces de ganarse ellos mismos su sustento.

Sea por el motivo que fuese, la mayoría de los investigadores están de acuerdo en  que los gitanos abandonaron sus tierras natales de la India entorno al año 1.000. No todos, claro. Pueblos similares a los gitanos se encuentran hoy en día en la India (se supone que originarios de Rayastán, por cierto). Tampoco todos llegaron a Europa. Los lurios, (reconocidos como gitanos incluso por los propios gitanos) siguen viviendo hoy en día en Irán.

Sobre su periplo, podemos ceñirnos a las crónicas: Gentes llamadas “Atsinganoi” aparecen en Bizancio en el siglo XI. Se trata de adivinadores y magos ambulantes que, según una crónica fechada en 1054 (Vida del anacoreta San Georgios), llegaron a ser requeridos por el mismísimo emperador Constantino IX para que con sus artes místicas limpiaran de fieras salvajes los bosques. La cosa acabó mal para ellos: se les acusó de hechiceros y malhechores y fueron perseguidos por la justicia. De ese nombre griego, “atsinganoi”, derivará la palabra “zíngaro”, por cierto.

El fraile franciscano Simon Simeonis describe en 1322 un pueblo de costumbres muy similares a las de los gitanos asentado en Creta. Otro cronista, Ludolphus de Sudheim, habla en 1350 de otro pueblo de características similares, al que llama “mandapolos”, durante su peregrinación a Tierra Santa. En 1360 se establece en Corfú una comunidad claramente gitana (que aparece en las crónicas como “Feudum Acinganorum”). Los peregrinos la bautizan como “Pequeño Egipto”, de donde procedería la palabra “egipciano”. A finales del siglo XIV hay comunidades gitanas ya asentadas en tierras de serbios, búlgaros y rumanos. En 1416 se les encuentra ya en Alemania, al año siguiente en Bohemia, donde se les concede el famoso salvoconducto. En Suiza entraron en 1418 (donde se les expulsó en 1471, siendo el primer país europeo en hacerlo); en Francia en 1419, en 1420 en Bruselas y Flandes. En 1421 entraron en Italia, aunque no entraron en Roma (que se sepa) hasta 1427.

Oficialmente, los gitanos llegan a España en 1415. Es en esa fecha cuando  el infante Alfonso de Aragón concede en Perpignán un salvoconducto a un tal Tomás, hijo de Bartolomé de Sanno, “Indie Majoris Ethiope”, que dice estar peregrinando a Santiago de Compostela. Aunque otros historiadores señalan la fecha de entrada en 1425, apoyándose en la carta de seguro (salvoconducto, vamos) que el rey Alfonso V de Aragón le concede a un tal “Juan de Egipto Menor”. Tanto da que da lo mismo, la cuestión es que ya tenemos a los gitanos en la península, donde inicialmente son bien recibidos. Según la investigadora Teresa San Román en ese siglo XV entraron en la península unos 3.000 gitanos, que viajaban en grupos de 80 a 150 individuos, practicando la vida nómada y dedicándose a la adivinación y el espectáculo. Eran considerados buenos cristianos, tanto es así que en el tercer viaje de Colón (1498) viajaron cuatro gitanos en sus naves (estando como estaba el nuevo continente vedado a moriscos y judaizantes).

La permisividad de las autoridades terminó pronto: En 1499 los Reyes Católicos emiten la llamada “Pragmática de Madrid”, en la que se obliga al pueblo gitano a abandonar su vida nómada, adoptar un oficio y abandonar sus costumbres, su idioma y su forma de vestir (vamos, que dejen de ser gitanos). Se les da un plazo de dos meses, transcurridos los cuales podrán ser expulsados del reino o convertidos en esclavos, lo que más convenga a la autoridad local. Los gitanos no debieron hacer mucho caso a esta ley, ya que la misma pragmática se repite, prácticamente  letra por letra, en 1539 (bueno, cambia el castigo: se les condenará si desobedecen a 6 años de galeras). En total en España se emitirán más de 280 pragmáticas, decretos y leyes contra el pueblo gitano, cada vez más tozudo a integrarse. España no es el único país Europeo que empieza a considerar a los gitanos un problema: Ya hemos dicho que de Suiza se les expulsa en 1471. En el año 1500 se les expulsa igualmente del Sacro Imperio; en 1540, de Bélgica; en 1563, de Inglaterra. En Rumanía, donde se habían establecido tantos, era aceptada legalmente su esclavitud (práctica que no sería abolida hasta 1864)

El momento más oscuro de la historia gitana en España tiene lugar en julio de 1749, cuando se produce la llamada “Gran Redada” . Se trata ni más ni menos que de un proyecto para exterminar a la población gitana española arrestándolos y separándolos por sexos y edades. La cosa tenía su lógica. Si no se podían reproducir, se extinguirían en un par de generaciones. Esta barbaridad, autorizada por el rey Fernando VI y orquestada por el ministro marqués de la Ensenada, supuso el arresto, por el simple delito de ser gitanos, de más de 9.000 personas.  Dieciséis años más tarde (1765) Carlos III ordenó que fueran puestos en libertad, aunque los últimos no fueron liberados hasta 1783. Ese mismo año se promulga que los gitanos son ciudadanos del reino, y por lo tanto pueden residir en cualquier lugar que les plazca. Sin embargo, las presiones para que dejen su vida nómada, sus costumbres y su idioma no cejarán, antes bien, irán en aumento. Los gitanos españoles abandonan en su mayoría su vida nómada por otra semi nómada circunscrita habitualmente a una región. Del mismo modo encuentran un lugar en la sociedad, ejerciendo un oficio... o algo parecido. Se puede decir que entre los años 1850 y 1950 los gitanos son los abastecedores de ganado de labor (caballos, mulas, en menor medida bueyes) tanto para el gran terrateniente como para el pequeño propietario. Esa trata les permite llevar la vida semi itinerante que les gusta, sin estar adscritos a un municipio concreto. Por contra, siguen arrastrando los prejuicios de la sociedad. Se les acusa de ladrones (en especial de los animales que luego venden); de secuestradores de niños (a los que “convierten” en gitanos); y en menor medida (a medida que van pasando los años) de brujos y brujas, causantes de desgracias y de provocar la mala suerte. La progresiva mecanización del medio rural privará a los gitanos de su medio de vida, abocándolos nuevamente a la marginalidad más absoluta. Quedarán relegados a míseros barrios de chabolas primero, y a barrios marginales después, donde la salida más fácil es la delincuencia y el trapicheo, en especial de drogas. Los que tratan de llevar una vida honrada se dedican, en gran parte, a la venta ambulante en mercadillos callejeros o de pueblos. Unos pocos logran integrarse sin perder completamente su identidad gitana e incluso acceden a estudios universitarios. En 1988 se pone en marcha el Programa de Desarrollo Gitano, revisado en el año 2002. Gracias a él los gitanos españoles se han integrado en la sociedad más en los últimos 30 años que en los anteriores 3 siglos. Con todo, la comunidad gitana española (actualmente, unas 700.000 personas) sigue estando asociada a delincuencia y marginalidad. Se les acusa de vivir de las ayudas del Estado, es decir, de ser unos vagos, y de que las leyes son más permisivas con ellos que con el común de las personas.


Lo que, más que menos, es lo mismo que dicen de los migrantes africanos, mire usted qué casualidad...



1 comentario:

  1. Dejo aqui mi comentario para que no se pierda en las RRSS.

    Decir que es un gran trabajo de investigación digno de alguien como Ricard, ha sabido empalmar desde las leyendas de la antigüedad hasta el presente.

    Voy a contar dos anécdotas sobre el pueblo gitano para complementar:

    Una leyenda que escuche en alguna parte, dice que los gitanos son hijos de Lilith, la primera mujer de Adan. Al no ser hijos de Eva, o participan del pecado original, por lo que no están obligados a ganarse el pan con el sudor de su frente.

    Oí esto creo que fue en un programa de radio argentino. No se si tiene algún fundamente histórico o folklorico o si es simplemente una historia chistosa que se inventaron en la radio. En todo caso, me llamó la atencíon para recordarla.

    La otra habla de cómo los gitanos entraron en España: Hace unos 600 años (coincidiendo con las fechas que da Ricard) una comitiva numerosa de gitanos pretende cruzar los Pirineos desde Francia en peregrinación a Santiago de Compostela. El rey de la época, los para en la frontera y les dice que ni de coña, que se vuelvan por donde vienen.

    Los gitanos le comen la oreja al rey hasta que consiguen sacarle una concesión: Como buenos cristianos, podrán peregrinar, pero sólo si traen un salvoconducto firmado de puño y letra por el Papa de Roma.

    Los gitanos viajan entonces a Roma, donde piden ser entrevistados por el Papa. El Papa pasa de los gitanos y los ignora, no recibiéndolos.

    ¿Qué hacen los gitanos entonces? Se las ingenian para escribir un salvoconducto falso, y lo sellan con el sello eclesiástico, que falsifican cortando una patata y un poco de tinta (una práctica que se ha usado practicamente hasta la invención del photoshop).

    Con el salvaconducto falso volvieron a la frontera, lo mostraron al rey y no tuvieron mas remedio que dejarlos pasar. Por lo que incluso para entrar en el pais tuvimos que buscarnos la vida, como hacemos siempre.

    Un saludo gente. Gracias por el artículo Ricard, me ha gustado mucho.

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