domingo, 30 de agosto de 2020

Iglesias que no te creerías: 8. El Frankismo (con K)

 

Shabbatai Tzvi, lider de los Sabateos
Shabbtai Tzvi
Todo empezó en 1647. Un joven judío estudioso de la Cábala y el Talmud, Shabbtai Tzvi, llegó a la conclusión, con 21 años, que él era el Mashíaj (Mesías) prometido por Dios al pueblo judío. Ni que decir tiene que fue tenido por loco y blasfemo, y expulsado de su Esmirna natal en 1651. Shabtai viajó por Grecia, Tracia, Palestina y Egipto (todas entonces provincias del Imperio Otomano, recordémoslo) buscando a eruditos y místicos que resolvieran sus dudas de fe. En 1665 se presentó ante el famoso sabio Nathan de Gaza. Tras escuchar sus explicaciones se convenció de que siempre había tenido razón y era, efectivamente, el Mesías.
Nadie es profeta en su tierra, pero puede serlo fuera de ella: En Palestina ganó muchos adeptos, que se hacían llamar “sabateos”, es decir, seguidores de Shabbatai. Tantos que las autoridades otomanas se preocuparon y lo encarcelaron al año siguiente, en 1666, dándole a elegir entre ser ejecutado o convertirse al Islam y dejarse de tonterías. Shabbatai eligió lo segundo, pasó a llamarse  Aziz Mehmed Effendi tras abrazar la fe de Mahoma y fue desterrado a Ulcinj (en la actualidad Montenegro), donde murió en 1676.
Con su conversión, los sabateos se quedaron perplejos. Muchos de ellos (los que se habían creído a pies juntillas su mensaje y sobre todo su santidad) habían donado sus bienes materiales en la certeza de que ya no los iban a necesitar. Por “suerte” para ellos Nathan de Gaza (para ciertos investigadores, el auténtico impulsor del movimiento) les explicó lo sucedido interpretándolo según los criterios de la Cábala y el Zohar: el Mesias había realizado el sacrificio supremo: un descenso voluntario a los infiernos al renunciar públicamente a su fe para guardarla dentro de su corazón. La verdadera fe  debía estar oculta y ser  secreta, así como la liturgia y la ley no debían ser conocidas por los no creyentes. Más de trescientas familias se convirtieron al Islam, pero manteniendo muchos de los ritos y creencias judías. Los turcos los llamaron los Dommeh, (que puede traducirse por conversos). Otros permanecieron siendo judíos, pero siguiendo la doctrina (o herejía) sabatea.

Joseph Frank

Al siglo siguiente (1726) nació en  Korolivka (entonces Polonia, hoy Ucrania) el verdadero protagonista de nuestra historia: Jacob Joseph Frank, nacido  Jakub Lejbowicz. Sus padres eran judíos, pero no excesivamente piadosos, hasta el punto que el joven Jacob no se instruyó en el Talmud como era habitual en los niños hebreos. Se cree que su padre era un judío sabateo, o al menos simpatizante de la doctrina de Shabbtai. Sea como fuere, cuando Jakub tenía apenas cuatro años la familia se trasladó a vivir a Czernowitz, donde había una importante comunidad de sabateos. Ya adulto, Jakub se hizo comerciante, y eso le hizo desde muy joven viajar a Salónica y Esmirna, los dos principales núcleos sabateos de la época. Está probado que Jakub estaba en muy buenas relaciones con los seguidores de Shabbatai: En su boda, en 1752, dos discípulos del carismático líder sabateo  Osman Baba (fallecido en 1720) actuaron como testigos de la ceremonia. En 1755 empezó a predicar las enseñanzas sabateas en Podolia (por aquel entonces Polonia, hoy Ucrania) con cierto éxito, lo que motivó que los rabinos locales decretasen el “cherem” (equivalente judío a la excomunión) sobre él y sus seguidores. Jakub y los sabateos solicitaron la protección y el arbitrio de  Mikołaj Dembowski , el obispo católico de Kamieniec Podolski , Polonia, que en 1757 organizó un debate entre sabateos y rabinos ortodoxos judíos. Los sabateos rechazaron el Talmud, declarando que consideraban solo como libro sagrado el Zohar (que no niega el concepto cristiano de la trinidad, por cierto). Sin embargo, al poco murió el obispo, y sin su protector, Jakub decidió imitar a  Shabbatai: se autoproclamó Mesías, a  la manera de  Shabbtai Tzvi, de quien decía ser reencarnación (más tarde dijo que también era la reencarnación del patriarca bíblico Jacob, pero bueno), e inició las negociaciones para convertirse junto con sus seguidores al catolicismo romano, cosa que sucedió en 1759. Jakub se bautizó con el nombre de  Joseph Frank junto con 500 de sus seguidores, y pronto lo imitaron un millar más.  Se dio mucha publicidad al hecho, que se veía como un esfuerzo importante para mermar la influencia de la comunidad judía. Muchos de los conversos (los más acaudalados) fueron apadrinados por miembros de la nobleza polaca, por lo que era una manera de entrar en ella, aunque fuera por la puerta de atrás.
No obstante, los obispos católicos no eran tontos, y Frank y los suyos estaban bajo vigilancia debido a sus extrañas creencias. Joseph Frank fue detenido en Varsovia el 6 de febrero de 1760, acusado y condenado por herejía y encerrado durante trece años en el monasterio de Czestochowa. Esa acción aumentó su influencia entre los suyos. Sus seguidores lo vieron como un mártir por sus ideas, muchos se establecieron cerca de Czestochowa y mantuvieron con él una comunicación constante. Tras la partición de Polonia en 1772 los nuevos amos del territorio, los rusos, pusieron en libertad a Joseph Frank, que se instaló en la ciudad de Brno (en Moravia, Austria) rodeado de una corte de seguidores, protegido por guardias armados a su servicio y visitado constantemente por peregrinos (principalmente polacos). Es en ese momento cuando su hija Eva empezó a desempeñar un papel importante dentro de la secta, perfilándose como su sucesora en el liderazgo. Son años dulces para Frank. Tiene la amistad del príncipe ruso Pável Petróvich y la protección del archiduque   José Benedicto Augusto de Austria, que  fue emperador del Sacro Imperio como José II entre  1780 y 1792. Joseph Frank es considerado un difusor del cristianismo entre los judíos, por lo que se le consienten muchas de las excentricidades de su doctrina hasta que la situación se vuelve insostenible. En 1786 Joseph Frank, su hija y su improvisada corte han de trasladarse a Offenbach , en Alemania, donde asume el título de "Barón de Offenbach," y vive como un noble rico hasta el fin de sus días, gracias al apoyo financiero de sus seguidores polacos y moravos.

La doctrina sabatea se basa en el antinomismo, es decir, la negación de la ley mosaica como motor de la vida cotidiana, algo que, evidentemente, escandalizó a los judíos ortodoxos, para los que la observancia escrupulosa de la Torá (las leyes escritas en la Biblia) y del Talmud (código civil y religioso redactado por eruditos judíos en el siglo III)  son el núcleo mismo de la existencia del creyente. Para Shabbatai la observancia de la ley es inútil si no hay fe, y predicaba que la fe sincera lo llenaba todo y era lo único necesario para la salvación. Por ello, Shabbatai cometía públicamente “escandalosas transgresiones” de la ley mosaica, como comer cerdo y otros alimentos prohibidos, o no respetar el descanso y la meditación durante el Yom Kippur.

Joseph Frank y su Frankismo van un paso más allá: No es solo que la Fe es más importante que la observancia de la Ley, es que las normas no son nada. De hecho, hay que transgredir los límites buscando la propia expansión personal. Es decir, buscar la purificación en el pecado. Explorar la supuesta “inmoralidad” hasta encontrar el propio límite moral, donde uno se encuentre cómodo. Evidentemente, hablamos de la Ley de Dios, no las leyes de los hombres. El Frankismo alienta a explorar la sexualidad, el edonismo, incluso el ayuno o  la penitencia física si uno la considera apropiada; pero acepta que el asesinato, el robo y cualquier tipo de delito pueden y deben ser castigados por la sociedad. Al no haber concepto de “pecado” no hay confesión, ni recriminaciones, ni tiene que haber arrepentimiento, ni falsa moral, ni censura pública.  Para el Frankismo hay un “Dios Verdadero” cuya existencia está oculta por un falso dios que los hombres (en especial los sacerdotes) han hecho a su semejanza y conveniencia. Joseph Frank animaba a sus seguidores a rechazar las estructuras sociales y religiosas de este falso dios, creador de los conceptos del Bien y del Mal. Ni que decir tiene que algunos seguidores de Frank entendieron esto a su manera, organizando rituales que eran en realidad desenfrenadas orgías sexuales con la excusa de “explorar sus límites” y todo eso.  En el momento de su máxima expansión habían más de 500.000 frankistas confesos, principalmente en Polonia, Ucrania, Galitzia y Hungría.

Joseph Frank murió en 1791. Su hija Eva, que con anterioridad había sido declarada  la encarnación de la Shejiná (el aspecto femenino de Dios), se convirtió en la líder del movimiento.  Pero carecía del carisma de su padre, y los tiempos estaban cambiando. Sus seguidores menguaron, y con ellos sus ingresos, aunque Eva se negó a renunciar a su lujoso tren de vida. Al contrario, proclamó que era también la reencarnación de la Virgen María, y por lo tanto debía ser objeto de adoración personal (lo que la enemistó con los católicos que aún la apoyaban, claro) Murió en la pobreza en 1816, con unas deudas impagadas que ascendían a tres millones de florines.
 


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